Como director general de Heineken Management China, Richard Weissend ha vivido de cerca el nacimiento y la gestión de la crisis del Covid-19 en China. El suyo es un testimonio único que demuestra que hay un después de esta terrible enfermedad.

Richard Weissend
Director general de Heineken Management China (HMC)

Richard-Weissend

En enero de este año estuve en Shanghái, donde se empezaba a hablar de un virus en Wuhan –ciudad en la que viven muchos de mis compañeros chinos-, pero sin ninguna preocupación, sino con confianza en la capacidad del país para gestionar este tipo de problemas.

El 23 de enero estaba en Hong Kong. Recuerdo muy bien ese día porque fue el del anuncio del cierre de Wuhan, en un momento en el que la cifra de contagios era de 400 en el país. Eso fue un choque para absolutamente todos. Hong-Kong, un estado-ciudad de casi 8 millones de habitantes, fue marcado por una epidemia comparable en 2003, de manera que se vio una reacción inmediata con el 100% de la población llevando mascarilla en todos los espacios públicos, exterior e interior, probablemente como consecuencia de lo aprendido en 2003. Ese fue también mi primer día con mascarilla.

El 24 de enero se cerró toda la provincia de Hubei, con 60 millones de habitantes. Ese mismo día empezaba la semana de vacaciones del año nuevo chino, con el movimiento de personas más importante del año: 600 millones de viajeros. Todo el mundo interpretó esa decisión como una medida de precaución ante este desplazamiento tan importante de gente. Solo unos días después, cuando se construyeron dos hospitales en Wuhan, se empezó a entender la gravedad de la situación por el alto grado de contagio del virus y la incapacidad de cualquier sistema sanitario del mundo para atender tal número de personas enfermas en una situación de casi pánico. Eso sucedía los primeros días de febrero.

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’La nueva normalidad’, de la que tanto se habla, ya se parece mucho a ‘la antigua normalidad’ en paísescomo China, Vietnam o Nueva Zelanda.

Respuesta rápida y eficaz

Casi al mismo tiempo, con un nivel de casos todavía muy bajos, se tomaron las primeras decisiones de cierre de fronteras en la región. El 1 de febrero Vietnam cerró fronteras con Hong-Kong, y hoy Vietnam, con una población de casi 100 millones de habitantes, tiene 1.000 casos desde el inicio de la pandemia y tan solo 35 personas han fallecido. Hong-Kong cerró la frontera con China a principios de febrero. También se cerraron oficinas y colegios cuando teníamos menos de 20 casos y todas las personas contagiadas siempre fueros hospitalizadas, aisladas, y sus contactos tuvieron que mantenerse en una cuarentena muy controlada. En ese momento, la primera ola se contuvo muy bien y a finales de febrero llegamos a tener días sin ningún caso nuevo.

En China continental se confinaron muchísimas ciudades rápidamente a finales de enero; se cerraron colegios, restaurantes, bares y muchos más negocios. Oficinas y fábricas cerraron también y los controles al confinamiento fueron muy duros. Otra decisión muy importante fue el cierre completo de las fronteras de China y de Hong Kong a finales de marzo por la epidemia en Europa, literalmente dos semanas después de su inicio en ese continente. Incluso los visados de trabajo de todos extranjeros que estaban fuera de China en ese momento fueron suspendidos, de manera que yo, por ejemplo, me quedé bloqueado en Hong Kong hasta finales de junio.

Con todas estas medidas implantadas, la situación ha ido mejorando muy rápidamente. Ya en la segunda mitad de febrero se volvieron a abrir progresivamente las oficinas con horarios y plantillas reducidos, y una vuelta a la normalidad en casi todos los sitios en marzo. La última ciudad en volver a la normalidad fue Wuhan, donde empezó todo esto, que fue liberada a mediados de abril y a principio de mayo se reabrieron los colegios. El régimen chino celebró su asamblea anual en Beijing el día 22 de mayo. Estos fueron dos signos muy importantes de confianza en que las cosas estaban bajo control en ese momento.

La vida en Hong Kong fue siempre normal, sin condicionamiento ninguno. Sólo algunas restricciones en bares y gimnasios, por ejemplo. Pero seguimos llevando todos mascarillas siempre aunque en junio contamos 25 días consecutivos sin covid.

Este verano estuve unas semanas a Madrid y en agosto por fin me dio China un visado para volver. Ahora estoy en Shanghái. Toda una experiencia el regreso. Se necesita prueba de menos de 72 horas antes de viajar, se hacer una prueba PCR nada más llegar al aeropuerto. La cuarentena es obligatoria desde donde vengas y es muy estricta. El sitio de la cuarentena no lo decides tú. Se te impone encerrarte en una pequeña y sencilla habitación de hotel, con tres visitas al día de la persona que te lleva la comida. Reportas tu temperatura dos veces al día y te hacen otra prueba PCR el día 13 de cuarentena. Pero lo increíble cuando sales de esto es que te encuentras en una situación de vuelta a la normalidad 100%. Ni siquiera se ve mucha gente con mascarilla ahora mismo en las calles. Se nota a la gente confiada y solo es obligatoria la mascarilla en el transporte público y poco más.

La conclusión obvia es que la situación ahora es muy distinta en China y otros países como Vietnam, Corea del Sur o Laos, por ejemplo, y la que se está viviendo en el resto del mundo, que está sufriendo todavía muchísimo la pandemia.

La clave. Todas las medidas fueron adoptadas muy pronto, cuando todavía se podía controlar la epidemia.

Algunos factores claves

No soy ni experto ni científico pero por mis observaciones, con humildad, creo que algunos factores pueden explicar esta diferencia.

  1. Entendimiento muy rápido de peligro y el miedo asociado, debido a la referencia todavía reciente al SARS de 2003, que fue traumático para la gente, sobre todo en Hong Kong.
  2. Las decisiones del Gobierno no se discuten; se aplican. Y no sólo en China.
  3. La disciplina de la población que está acostumbrada a llevar mascarillas y su resiliencia increíble ante el problema. Se luchó colectivamente.
  4. El cierre de las fronteras y el control estricto de las cuarentenas hasta la entrada en el país también han sido decisivas.

Todas estas medidas fueron adoptadas muy pronto, cuando todavía se podía controlar la epidemia. Y en caso de nuevo brote, ¿qué pasa? La reacción es muy fuerte y muy rápida, con test masivos y cancelación de vuelos desde la ciudad tocada, como fue el caso en junio o julio en Beijing, con tan solo 350 casos en total.

Desafortunadamente, de todo esto poco se puede aplicar en nuestros países occidentales. Y no sólo porque es demasiado tarde. Lo que sí se puede es hacer individualmente todo lo que podáis de manera muy disciplinada para protegeros, proteger a vuestras familias y a vuestros empleados, que son las mascarillas, el gel y la distancia social. No es lo más agradable, pero no hay más.

La recuperación. Está siendo impresionante. Desde principios de junio todo funciona en el país al 100%.

El día después

La recuperación está siendo impresionante. Desde principios de junio todo está funcionando en el país al cien por cien de capacidades. El PIB de China volvió al crecimiento ya en el Q2 y se estima cerrar el año con un +2,4% y el crecimiento previsto para el 2021 oscila entre el 6% y el 8%.

  • Durante estos meses hemos observado distintas fases. Con el cierre de las ciudades -en enero febrero- casi todo se cerró salvo la alimentación. Como consecuencia algunos negocios entraron en caída libre; los restaurantes, por ejemplo, cayeron el 100% en febrero. El comercio de proximidad y el ecommerce fueron los grandes ganadores.
  • Los restaurantes desarrollaron una oferta para llevar que todavía estaba permitida. Fue impresionante la resiliencia y la solidaridad de la población. Se crearon, por ejemplo, comunidades de compras a través de grupos We- Chat -el WhatsApp local- y a partir de marzo, poco a poco, se reinició la actividad, por supuesto, de manera diferente, según las ciudades y según los sectores. El sector que más ha sufrido y todavía va a sufrir es el turismo.
  • La normalización completa se espera para el cuarto trimestre, con muy pocas excepciones.
  • Hemos visto muchos cambios en el comportamiento del consumidor. La mayor preocupación ahora es la salud, con todas las consecuencias que esto puede tener en su alimentación o en su actividad física. Va a haber una tendencia a comer más en casa y menos en restaurantes, a pesar del casi fin de la pandemia.
  • Dos consecuencias para el sector de los restaurantes que podría perder un 10% de su universo y sufrir una concentración acelerada hacia cadenas de restaurantes.
  • La frecuencia de compra parece bajar, pero la premiurización se está acelerando y la compra online, que ya era muy importante en China, ha crecido mucho, hasta triple dígito en febrero-marzo, y no creemos que esto cambie.
  • En este contexto cambia mucho la manera de comunicar con el consumidor. Las zoom, el live streaming… ya estaban en fuerte desarrollo. Ahora conocen un verdadero boom y todos los actores y las marcas se adaptan. El reto es formar parte de la conversación, estar perfectamente conectado con el consumidor en su nuevo modo de vida.
  • El turismo local vuelve con fuerza. Al no poder salir del país, los chinos se quedan en China. En octubre se celebró en China el día nacional y los vuelos, hoteles y calles estaban llenos.
  • Sirva mi testimonio como prueba de que hay un después de esta terrible enfermedad. China y otros países como Vietnam y Nueva Zelanda lo están demostrando. La buena noticia es que ‘la nueva normalidad’, que llena tantas bocas, se parece muchísimo a ‘la antigua normalidad’ en muchos aspectos, sobre todo los sociales.
  • Confío en la ciencia para sacarnos de esta situación muy pronto y espero que tengamos la valentía para analizar en profundidad lo que tenemos que cambiar en nuestras sociedades occidentales con el fin de prepararnos muchísimo mejor para la próxima. Creo que es lo mínimo que merecen todas las vidas perdidas en esta pandemia y, por supuesto, sus familias.

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