José María Bonmatí, Director General de AECOC


Tras cerrar una buena campaña de verano, las empresas del gran consumo afrontan una recta final año de máxima incertidumbre, claramente condicionada por el escenario inflacionista que sufren todas las economías de nuestro entorno.

Según los últimos datos, el IPC general se situó en un 10,5% en agosto –un 0,3% por debajo del mes anterior–, si bien, a pesar de los esfuerzos de toda la cadena de valor del sector, los alimentos siguieron subiendo hasta alcanzar una inflación del 13,8%.

Esta evolución no hace más que confirmar que los precios de los alimentos están inevitablemente condicionados por la de otros costes esenciales, como los de las materias primas agrícolas o los energéticos, que en el último año han llegado a cuadriplicarse. Un incremento de este calibre en los costes tiene un gran impacto no sólo sobre los precios finales sino también sobre la cuenta de explotación de las empresas, hasta el punto de que, incluso incrementando ventas, hay compañías que no están consiguiendo beneficios o los han visto reducirse significativamente.

Los datos no pueden ser más reveladores. Los costes de producción de muchos alimentos han subido más de un 70%, lo que supone que el sector está repercutiendo, a costa de sus márgenes, menos de un tercio del incremento de sus costes en el precio final.

El marco regulatorio y fiscal.Castiga a las empresas con nuevos impuestos y costes –como los que supone la Ley de residuos y suelos contaminados, el Real Decreto de Envases o el Real Decreto del Transporte– restándoles competitividad en el peor momento.

A estos aspectos coyunturales se suma además un marco regulatorio y fiscal que no solo no ayuda a los consumidores a aliviar el impacto de las subidas de precios reduciendo el IVA de algunos productos, sino que además castiga a las empresas con nuevos impuestos y costes –como los que supone la Ley de residuos y suelos contaminados, el Real Decreto de Envases o el Real Decreto del Transporte– restándoles competitividad en el peor momento posible.

En un contexto como este el sector debe centrar todos sus esfuerzos en recuperar la confianza de un consumidor que está viendo progresivamente mermada su renta disponible y que además no es optimista con respecto a sus perspectivas de futuro. Todo ello, pone en riesgo el consumo, porque cuando el consumidor cree que va a haber crisis finalmente la hay. Es lo que se denomina “la profecía autocumplida”.

Es momento de situarse más cerca que nunca del consumidor, pero también de trabajar con las “luces largas” en los ejes de la innovación, la transformación digital o la apuesta por la sostenibilidad, que pueden contribuir a impulsar una cadena de valor más eficiente y competitiva.

Por ello, es momento de situarse más cerca que nunca del consumidor para demostrarle que estamos de su lado y que queremos ser su aliado en estos tiempos difíciles, pero también de trabajar con las “luces largas” en esos ejes que, como los de la innovación, la transformación digital o la apuesta por la sostenibilidad, pueden contribuir a impulsar una cadena de valor más eficiente y competitiva.

Combinar la acción a corto con una estrategia a largo plazo va a ser imprescindible en un contexto en el que, según todos los analistas, aún vamos a tener que cabalgar con una inflación alta durante unos cuantos meses, pero en el que, una vez se imponga la contención de precios, el consumidor va seguir priorizando la experiencia de compra y consumo, la sostenibilidad y la conveniencia que le ofrece el producto. Sin duda, importantes desafíos para los que la transformación digital y la innovación son las mejores apuestas de futuro.

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José María Bonmatí,
Director General de AECOC

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