Patricia Daimiel, Directora General de NIELSEN España y Portugal
Nº 35 – DICIEMBRE 2020

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Nuestra sociedad, dice Nicola Palmarini, está atrapada en estereotipos y discrimina a las personas mayores. En su opinión, cometemos el error de pensar en la gente mayor en términos de necesidades y nos olvidamos de que siguen siendo las mismas personas que fueron ayer, con sus deseos, aspiraciones, objetivos… Ahí se encuentra, según él, la gran oportunidad para las empresas..
Nicola cree que la crisis del Covid-19 nos ha enseñado que no somos invencibles y que estamos lejos de ser una sociedad impulsada por las máquinas y la tecnología. Pero también nos ha enseñado que podemos ser una comunidad incluso de forma digital y que, colaborando y compartiendo datos, podemos encontrar soluciones a los problemas globales mucho más rápido.
La pandemia, según Nicola, puede generar un descenso de la curva demográfica. Pero este descenso será temporal y la curva volverá a subir incluso con más ímpetu. En las próximas dos o tres generaciones alcanzaremos los 110 o 120 años de vida, lo que nos obliga a pensar cómo podemos crear una sociedad capaz de lidiar con una población que envejece a pasos de gigante.

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Nicola Palmarini
Director del National Innovation Center for Ageing (NICA) del Reino Unido

Nicola Palmarini es director del National Innovation Center for Ageing del Reino Unido (NICA), una organización líder a nivel mundial establecida gracias a una inversión de 40 millones de libras del gobierno de Reino Unido y la Universidad de Newcastle para contribuir a la creación de un mundo en el que todos podamos vivir mejor y más tiempo.
Nicola lleva 20 años trabajando en la investigación sobre la autonomía y la independencia de los ancianos. Es también profesor y autor de libros como “Immortali”, “Le Infiltrate” y “Lavorare o Collaborare”.

  • Patricia Daimiel, directora general de Nielsen España y Portugal, junto a Nicola Palmarini. Esta entrevista se realizó por videollamada debido a la crisis del Covid-19.

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Patricia Daimiel. ¿Por qué decidiste enfocar tu carrera en la investigación sobre la autonomía e independencia de los ancianos? ¿Y en qué se centra tu trabajo actualmente?

Nicola Palmarini: Todo comenzó cuando empecé a trabajar para IBM en el 2000. Era el primer año de internet y la mayor parte de mi trabajo se centraba en mejorar la experiencia de usuario en el canal digital. Me di cuenta de que algunas personas tenían dificultades, por lo que decidí poner el foco en la accesibilidad y, en particular, en las personas que sufren algún tipo de discapacidad. Así, me convertí en el responsable de IBM Europa para las tecnologías accesibles, diseñadas específicamente para ellas.

Una de las áreas que más me interesó en esa etapa fue el auge del Internet de las Cosas y el análisis de datos. Por eso, en 2009 impulsé un proyecto pionero para IBM en el que instalamos sensores en el hogar de personas mayores que utilizaban estas tecnologías para proporcionar información a los cuidadores profesionales en Bolzano, una de las ciudades italianas más avanzadas en términos de innovación y con una tasa de envejecimiento más rápida. Este proyecto se convirtió en una especie de hito en mi vida y carrera, porque trabajando con los ancianos en su hogar, me di cuenta de cuánto me había equivocado. Pensaba que los problemas que tenían las personas discapacitadas podían ser los mismos para una población que envejece. Pero no era consciente de cuán variadas son realmente las necesidades de las personas mayores. Desde entonces decidí centrarme en comprender más la complejidad de lo que sucede con los adultos mayores y en cómo la tecnología puede mitigar algunos de sus problemas y mejorar su calidad de vida.

En 2015, IBM Research, la matriz global de IBM, me pidió que me mudara a Estados Unidos para dirigir un equipo centrado en utilizar la inteligencia artificial para un envejecimiento saludable.

Y hace casi un año me contactaron para dirigir el National Innovation Centre for Ageing (Centro Nacional de Innovación para el Envejecimiento) del Reino Unido, situado en Newcastle. Fue la oportunidad de mi vida, porque me permitía combinar innovación, docencia e investigación.

“Cuando te jubilas, la sociedad te pone en un saco en el que pierdes tu identidad y pasas de tener deseos a solo tener necesidades”.

POR UNA NUEVA NARRATIVA

En España hay más de 9 millones de personas mayores de 65 años. Representan más del 19% de la población total, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En 1998, había poco más de 6 millones, y ese número ha ido aumentando año tras año. No solo España, sino toda Europa, está envejeciendo rápidamente. ¿Cómo impactará esta revolución demográfica en la sociedad y en la economía?

Actualmente, según las estadísticas, Japón es el país que envejece más rápido, seguido de Italia. Pero se dice que España será el próximo Japón. Esto significa que la sociedad española está envejeciendo muy rápidamente. Y creo que la crisis sanitaria actual del Covid-19 podría agravar más esta situación, ya que el miedo al futuro y la incertidumbre pueden hacer que la gente se lo piense dos veces antes de tener hijos. Algunos expertos dicen que podríamos vivir una especie de efecto baby boom, como ocurrió en la posguerra, mientras que otros expertos opinan lo contrario. Será interesante ver lo que sucederá en los próximos cinco años desde la perspectiva de la natalidad.

El envejecimiento de la población es, junto al cambio climático, la principal tendencia global. Y lo que está ocurriendo es que vivimos en una narrativa equivocada sobre las personas mayores. La idea de que a los 65 años pasas a ser una persona mayor se remonta a Otto Von Bismarck en Alemania a finales del siglo XVIII. Bismark estableció la edad de jubilación a los 65 años porque la esperanza de vida era de unos pocos años más, por lo que quería dar alivio y descanso a las personas. Pero hoy vivimos mucho más y, cuando pasas a ser una persona jubilada, te ponen en un saco en el que básicamente todos pasamos a ser iguales. Antes tenías deseos, un estilo de vestir, unos objetivos, y de pronto pasas a formar parte de una amalgama sin identidad por el solo hecho de tener más de 65 años. Los jubilados pasan a considerarse personas que tienen necesidades en lugar de deseos. Olvidamos completamente su diversidad y el hecho de que hay un individuo dentro de esa amalgama.

La discriminación con motivo de la edad es la principal forma de discriminación del siglo XXI. Y nos afecta a todos. Carecemos de una narrativa para comprender que las personas que cumplen 65 años siguen siendo exactamente las mismas personas que fueron el día anterior. Este es seguramente el principal cambio cultural que queda pendiente. Creo que podría suceder pronto, ya que cerca de 10.000 baby boomers están entrando cada día en el espectro de mayores de 65 años y llevan consigo una narrativa ligeramente distinta a la generación anterior. La mayoría de ellos han estado expuestos a muchos cambios de innovación y son muy diferentes dentro de su propio marco demográfico.

Además, en los últimos 50 años hemos ganado dos años de vida cada 10 años gracias a los avances médicos. Pero hay que tener en cuenta una cosa: los 75 de hoy no serán como los 65 dentro de 10 años como muchos piensan, porque cuando tienes 75, has vivido 10 años más, por lo que tienes 10 años más de experiencia. Es decir, hay mucho conocimiento y habilidades en la vejez que no teníamos antes. Tenemos que estar preparados para ofrecer productos, contenidos, escenarios, ideas y aspiraciones a estas generaciones que hoy no se están proporcionando. Ahí está la oportunidad.

“Greta Thunberg es un ejemplo de que la sabiduría puede estar completamente desvinculada de la edad”.

Este cambio de mentalidad implicará múltiples players, niveles, economías e industrias. Y no solo desde el sector privado, sino también desde los gobiernos, quizás incluso desde la Unión Europea, se podría abordar este asunto y cambiar esa especie de ‘fecha de caducidad’ que estableció Bismarck. ¿Quién debe liderar el cambio?

El sector privado y el sector público tienen que trabajar juntos. En cuanto al primero, es hora de que las empresas vean cómo podrían aprovechar una oportunidad hasta ahora perdida. Ese es un punto clave. En general, las marcas tienden a asociarse solo a los jóvenes. De hecho, las marcas invierten cerca de un 400% más en publicidad en los millennials en comparación con la tercera edad. Y es lógico: las marcas simplemente siguen la naturaleza humana, porque todos pensamos que ser joven es mejor que ser viejo. Esa idea se remonta a la antigua Grecia y al concepto de belleza. Pero tenemos que comenzar a entender la belleza que hay en el proceso de envejecimiento. Cuando piensas en la madurez y la sabiduría, te imaginas a una persona de 90 años sentada brindando consejos. Pero lo cierto es que también se pueden encontrar esas virtudes en personas de 20, 40 o 50 años. Greta Thunberg es un ejemplo de que la sabiduría puede estar completamente desvinculada de la edad.

Por ejemplo, hace unos meses, Yves Saint Laurent colaboró con la cantante de rock Patti Smith en una campaña. Podemos decir muchas cosas sobre ella, pero está claro que no representa un estilo clásico de belleza. No es comparable con otros rostros como la actriz Jane Fonda, que también se encuentra en la etapa de envejecimiento, pero que siempre ha estado asociada a la idea de belleza. Mostrar superestrellas que han sido hermosas toda su vida y siguen siéndolo refleja algo de positividad, pero, al mismo tiempo, mantiene vivos los estereotipos. Patti Smith, en cambio, es sexo, drogas, rock and roll… Pero no precisamente belleza. Deberíamos pararnos a pensar en lo que Yves Saint Laurent ha visto en ella. Y yo creo que es la belleza de la vida. Lo que nos lleva a plantearnos: ¿cómo podemos dar vida a la vida misma? Ese es uno de los ejercicios que las marcas y las empresas deberían hacer. Uno de los pilares en los que nos gustaría centrarnos en el NICA en el futuro es la moda, porque sabemos que es el acelerador que puede ayudarnos a cambiar la narrativa.

Otro aspecto relevante desde el punto de vista del sector privado es que a las empresas les cuesta identificar las industrias no verticales. El envejecimiento es transversal y, en general, las empresas tienen problemas con los elementos transversales porque no pertenecen a nadie y porque les resulta muy difícil introducirlos en el mercado de forma rápida y precisa. Por tanto, las empresas tendrían que replantearse sus estructuras si realmente quieren aprovechar esta oportunidad.

En cuanto a los gobiernos, algunos se han dado cuenta de esta oportunidad de oro. Saben que, si hacen algo bueno para la población que envejece, va a repercutir positivamente en los negocios y en la sociedad. Por ejemplo, Reino Unido invierte mucho dinero en investigación en cuatro áreas: cambio climático, vehículos autónomos, inteligencia artificial y envejecimiento. En España desconozco si el gobierno tiene esas prioridades, pero te puedo asegurar que en Italia no. Y creo que es una forma muy inteligente de mostrar a otros gobiernos cuál es el camino. Para españoles e italianos la oportunidad es enorme, porque son naciones con experiencia, que llevan años lidiando con los problemas derivados del envejecimiento de su población. Contamos con una serie de factores como la dieta y el clima que nos permiten vivir más tiempo y de una forma más saludable.

Sin embargo, los italianos tienden a buscan start-ups innovadoras en Silicon Valley y no ven lo que tienen en su propio país. Deberían invertir más en lo que saben y crear innovación dentro de sus fronteras. Portugal, por ejemplo, está más avanzado. Han puesto el foco en una población que envejece con leyes sobre la jubilación, menos impuestos, etc., hasta convertirse en una especie de nation-as-a-service (nación como servicio) para proporcionar valor y apoyo a este sector de la población, porque saben que estas personas tienen poder adquisitivo. Los baby boomers de hoy son quienes tienen propiedades, ahorros, inversiones… Y, si los atraes, estarás aportando valor a la economía.

“El envejecimiento de la población y el cambio climático son las dos principales tendencias de carácter global”.

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LA INTELIGENCIA DEL ENVEJECIMIENTO

Es sorprendente, porque uno diría que las marcas y las empresas buscan el dinero y el dinero está con la población que envejece. Sin embargo, los mensajes que difunden están dirigidos a esa belleza aspiracional; a unos ideales jóvenes. Existe una dicotomía en términos de quiénes queremos que adquieran estos productos o servicios y la comunicación o los mensajes que difundimos. Algunas marcas ya han comenzado a moverse en la dirección correcta, como L’Oréal o Dove, pero todavía son pequeños pasos y las oportunidades son muchas.
Me gustaría hablar ahora del talento, porque, como sociedad, tenemos prejuicios en cuanto al valor del talento sénior. Tendemos a pensar que llega un momento en el que el talento ‘expira’. ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Puede la tecnología ayudar a cambiar estos prejuicios?

Este es un eje central y estratégico de mi trabajo en el NICA. Hay tres palancas clave para derribar estos prejuicios:

  1. Utilizar la inteligencia del envejecimiento. Nuestra misión en el NICA es proporcionar inteligencia al envejecimiento y la longevidad. La palabra ‘inteligencia’ es tan clave que construimos un paradigma al que llamamos “inteligencia del envejecimiento” y lo registramos, porque creemos que es suficientemente potente como para crear una especie de movimiento. ¿Qué es la inteligencia de envejecimiento? Se trata de encontrar formas de extraer de forma digital la inteligencia -experiencia, sabiduría, conocimientos, habilidades…- que almacenamos en nuestro cerebro y hacerla accesible dentro de una plataforma digital.
    En Japón, la tasa de suicidios crece de forma alarmante cuando se alcanza la edad de jubilación, porque las personas piensan que ya no son útiles. No por el hecho de que no están llevando dinero a casa, sino porque no pueden contribuir al crecimiento de la sociedad. Y esto dice mucho sobre la importancia del trabajo y de tener un propósito en la vida. La inteligencia del envejecimiento intenta combinar estos dos aspectos. Sus objetivos son tres:
    – Ver cómo recopilar toda esta información y hacerla ‘accionable’ por un sistema que permita buscar ‘contenido humano’ que puede estar asociado a cualquier experiencia vivida. Esto podría beneficiar a la sociedad en su conjunto, creando un puente entre los dos extremos de la sociedad -jóvenes y gente mayor- para mostrar cómo pueden trabajar juntos y cómo contribuyen al crecimiento del otro, en lugar de mantener viva la narrativa de que unos están por encima de otros.
    – Intentar entender el conocimiento que ya existe, porque hay mucho conocimiento que nunca se ha unificado para ponerlo a disposición de las organizaciones.
    – Buscar ‘huellas de comportamiento’. Las personas dejamos huellas sobre nuestros comportamientos que no vemos ni podemos recopilar. Pero ahora, gracias a la tecnología, podemos hacerlo. No hablo solo de sensores en el hogar. Puede ser, por ejemplo, una experiencia de marketing, de cliente o de usuario.
  2. Intentar involucrar a los empleadores en una fuerza laboral envejecida Desde el NICA hemos desarrollado una herramienta educativa para que los empleados puedan comprender su progreso a lo largo de su carrera dentro de una organización. Hoy somos cuidadores de nuestros hijos y de nuestros abuelos, es decir, nos preocupamos por dos generaciones diferentes, la más joven y la mayor. Pero, aunque somos cuidadores, también somos empleados de una organización. ¿Cómo pueden empresa y empleado hacer frente a esto juntos para administrar mejor su tiempo, su carrera y sus habilidades? Esa persona está adquiriendo habilidades de gestión multitarea que son muy potentes y el empleador puede brindarle herramientas para gestionar mejor su vida como profesional y su vida como cuidador.
    Desde el NICA creamos dicho curso digital para desarrollar la capacidad de resiliencia y crear una especie de equipo empleado-empleador para mejorar las organizaciones. E intentamos que los empleados más jóvenes trabajen junto con los más mayores en actividades típicas de la tutoría inversa para favorecer el flujo de conocimiento y conectar los extremos.
  3. Ver cómo podemos extender la vida laboral. Deberíamos empezar a olvidarnos de la idea de que todos tenemos que jubilarnos. Exceptuando a quienes se han dedicado toda su vida a trabajos pesados, las personas tienen todavía mucho que dar durante su vejez y, además, tienen poder de gasto y contribuyen al crecimiento de la sociedad. No hay nada de malo en la idea de poder trabajar hasta los 80 o 90 años. El hecho de que estemos obligados a jubilarnos en cierto punto y tengamos que encontrar formas de ‘sobrevivir’ -si no económicamente, psicológicamente- es una muestra clara de que tenemos que cambiar algo. Además, sabemos que el sistema de pensiones colapsará tarde o temprano. Y hoy, con la crisis sanitaria que estamos viviendo, resulta aún más evidente que tenemos que encontrar nuevas formas de lidiar con las pensiones.

  • “Carecemos de una narrativa para entender que las personas que cumplen los 65 años siguen siendo exactamente las mismas personas que fueron el día anterior. Ese es, seguramente, el principal cambio cultural que queda pendiente”.
  • “Pronto llegaremos a los 110 o 120 años de vida. Probablemente en las próximas dos o tres generaciones. Tenemos que estar preparados para ofrecer productos, contenidos, escenarios, ideas y aspiraciones que hoy no se están proporcionando. Ahí está la oportunidad”.
  • “Antes de la pandemia creíamos que podíamos resolverlo todo con tecnología. Pero nos hemos dado cuenta de que estamos lejos de ser esa sociedad impulsada por las máquinas que tanto nos vendían”.

Nicola Palmarini

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Pero, aunque todos estuviéramos de acuerdo en que las personas pueden seguir trabajando por más tiempo, mientras sean capaces y así lo deseen, en ciertos mercados puede haber cierta presión debido a la tecnología que llega y ‘amenaza’ con destruir empleo. También existe cierta presión por tener que proporcionar empleo a las generaciones jóvenes. ¿Cómo podemos mitigar estos puntos de presión?

Por un lado, no hay ningún estudio que diga que por cada persona que se jubila otra persona obtiene el mismo puesto de trabajo. Y, por otro, si hay puestos de trabajo que serán sustituidos por las máquinas, ocurrirá tanto en los puestos que ocupan las personas mayores como en los que ocupan los más jóvenes. No afectará solo a una generación. Es cierto que hay ciertas habilidades que pueden ayudarte a surfear la ola y explorar mejor las tecnologías que llegan, pero creo que el ser humano, en general, es bastante adaptable. El problema es que las empresas tienden a no formar a la fuerza laboral de más edad con las tecnologías más nuevas, porque piensan que pronto se van a jubilar.

Hace unos meses, antes de la pandemia, pensábamos que pasara lo que pasara podríamos resolverlo con tecnología. Creímos que tendríamos una vacuna al día siguiente. Pero nos hemos dado cuenta de que estamos lejos de convertirnos en esa sociedad impulsada por las máquinas que tanto nos vendían.

La máquina más inteligente que existe hoy en día es Alpha Go de Google, que puede jugar uno de los juegos más complejos y siempre gana al cerebro humano. Pero si la pones en un edificio en llamas, la máquina seguirá jugando y se quemará. ¿Dónde está la inteligencia de esa máquina? Es muy buena en hacer una cosa, pero no es capaz de entender el contexto.

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  • “Las marcas invierten cerca de un 400% más en publicidad dirigida a los millennials en comparación con la tercera edad. Es hora de que vean cómo pueden aprovechar una oportunidad hasta ahora perdida”.

SOBRE LA INMORTALIDAD

Tu último libro, Immortali (2019), está centrado en las oportunidades que presenta la revolución de la longevidad de la que hemos estado hablando. Pero, ¿crees que llegará el momento en el que realmente podremos vivir para siempre?

No lo creo. El título es una provocación sobre el hecho de que tenemos una inmortalidad, que es la inmortalidad de nuestras ideas. Y la conclusión es que hoy estamos aquí porque alguien ha tenido ideas a lo largo de la historia que nos han ayudado a vivir más tiempo.

Pero sí tendremos que empezar a reformular nuestro concepto de envejecimiento, ya que, si bien no seremos inmortales, llegaremos pronto a los 110 o 120 años de vida. Probablemente en las próximas dos o tres generaciones. Y eso es inmortalidad en comparación a la esperanza de vida actual. Dentro de 10 años, en Italia, el promedio será cercano a los 90. Tenemos que pensar cómo crear una sociedad que sea capaz de lidiar con este cambio.

Por otro lado, hay una industria muy prometedora que está emergiendo con bastante rapidez y que no debemos perder de vista, enfocada en la creación de medicamentos que pueden retrasar el proceso de envejecimiento. Esto ya está ocurriendo y existe una gran inversión en el mercado. Parte de mi objetivo en el libro era explorar cuánto avanza dicha industria. Y descubrí que hay dos grandes corrientes de investigación: una que se centra en el rejuvenecimiento, impulsando la vieja idea de que debemos mantenernos jóvenes para siempre, y otra que se focaliza en tratar de vivir una vida mejor por más tiempo. Google ya ha apuntado a este mercado con el desarrollo de Calico, una compañía cuyo propósito es encontrar una forma en que el ser humano pueda vivir el mayor tiempo posible.

Por último, cabe destacar los avances en el ámbito del análisis genético. Las pruebas de ADN han sido el producto más vendido en Navidad en Estados Unidos durante los últimos tres años. Hay empresas que están recogiendo mucha información sobre quiénes somos que hace 10 años no teníamos. Es una industria que está creciendo con algunos desafíos éticos y el objetivo del libro era sacarlos a la luz, así como impulsar a las personas a pensar de forma diferente sobre cuánta ‘inmortalidad’ nos espera, para poder así comenzar a remodelar la sociedad. Y menciono algunos desafíos, como olas de calor debido al cambio climático o pandemias, que podrían cambiar la progresión del cambio demográfico en el futuro. Pero incluso después de estos acontecimientos, tendremos una humanidad más fortalecida. La curva demográfica puede bajar, pero volverá a subir incluso con más intensidad.

“Los baby boomers de hoy son quienes tienen las propiedades, los ahorros, las inversiones… si los atraes, estarás aportando valor a la economía”.

Me gustaría centrarme en ese punto. Afrontaremos lo que sea en el momento que toque, y sí, espero que nos volvamos más fuertes después de esta crisis, o al menos hayamos aprendido algunas lecciones. ¿Cuáles son, en tu opinión, algunas de estas lecciones?

Hemos ganado tres cosas:

  1. Un enorme impulso científico. La ciencia nos está enseñando que la investigación se está acelerando para lograr resultados mucho más rápido. Y, relacionada con esta lección, una incluso más importante para el futuro es que debemos cooperar compartiendo datos de una manera más ágil. Nos hemos visto obligados a hacerlo porque vemos la emergencia, pero si podemos sistematizarlo podremos conseguir un cambio más rápido.
  2. Un sentido de comunidad digital. Creo que la idea de que seremos mejores y más conscientes después de la pandemia puede durar un tiempo, pero luego volveremos cada uno a lo nuestro. Lo que sí cambiará de forma permanente es el hecho de que podemos ser una comunidad incluso de forma digital. Hemos aprendido a ser humanos a través de la red.
  3. Una mayor conciencia higiénica. Un hecho tan simple como lavarse bien las manos es, probablemente, una de las mejores lecciones que todos hemos aprendido.

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  • “Hace unos meses, Yves Saint Laurent colaboró con la rockera Patti Smith para una campaña. Deberíamos pararnos a pensar en lo que la marca ha visto en ella. Y yo creo que es la belleza de la vida”.

El teletrabajo, sin duda, ha tenido un impacto generalizado. Antes de la pandemia ya hacíamos reuniones por videollamada, pero poner a toda la compañía trabajando de forma remota y llegando a todos los niveles es algo muy diferente. ¿Crees que este cambio nos ayudará a entender que todo el mundo puede adaptarse a los cambios, incluida la gente mayor?

El teletrabajo se ha convertido en una obligación transversal que alcanza todos los roles dentro de una organización y todas las edades. Y creo que nos empuja a construir el principio de confianza. Una compañía es confiable porque el empleado confía en ella como empleador y porque la empresa confía en el empleado que trabaja desde casa. ¿Por qué existe esa confianza? Porque la compañía ha sido capaz de construir previamente un ecosistema de confianza. Porque si no tienes eso, no puedes decir que tu compañía hace ‘smart working’. Puedes hacer un trabajo inteligente o un mal trabajo desde casa o desde la oficina. El punto es que es vital construir una organización basada en la confianza y, a partir de ahí, puedes crear una forma totalmente nueva de trabajar.

“Las pruebas de ADN han sido el producto más vendido en Navidad en Estados Unidos durante los últimos tres años”.

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  • “El teletrabajo se ha convertido en una obligación transversal que alcanza todos los roles y edades dentro de una organización y que nos empuja a construir el principio de confianza”.

Para finalizar, ¿tienes algún consejo para los directivos españoles?

Mirad a vuestro alrededor. Daros cuenta de cómo está cambiando vuestro país. Y apuntad a ese cambio. No cometáis el mismo error de los italianos al no aprovechar la oportunidad cuando estaban por delante de la curva de envejecimiento hace 10 años junto a Japón. Observad lo que está pasando e intentad hacer negocios de una forma ética. Hoy en día no puedes hacer negocios sin datos, pero los datos están asociados a la ética.

Y aportad soluciones más allá de vuestras fronteras. Por ejemplo, solemos pensar que América Latina -que tiene una herramienta poderosa: el lenguaje común- es una región joven, pero lo cierto es que no lo es. Su población está envejeciendo muy rápido. En Uruguay y Argentina necesitan soluciones para una población que envejece. Pensad en cómo podéis servir a esos mercados. Y también hay oportunidades en África. Si miráis los datos demográficos, veréis que hay una diferencia de 40 años en África respecto a España: cuando tienes 45 años en África es como si tuvieras 85 en España, porque allá no tienen acceso a un sistema de salud en condiciones.

Por último, escuchad lo que os dice la gente. Haced encuestas y tened en cuenta a las personas mayores. No asumáis que les conocéis, porque lo cierto es que no les conocéis. Preguntadles qué quieren y no qué creen que necesitan.

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