Las más de 400 empresas integradas en el proyecto “La alimentación no tiene desperdicio”, coordinado por AECOC, han conseguido reducir notablemente el porcentaje de producto que, por determinadas razones, no llega a comercializarse, pasando de un 2,42% del total producido (en 2013) a un 1,71% en 2016. 

Además, el producto recuperado y donado para el consumo humano se ha incrementado en un 13%, gracias a la colaboración de los diferentes eslabones de la cadena de valor con los bancos de alimentos y otras entidades benéficas.



Estos son algunos de los resultados de un proyecto que el sector puso en marcha de forma voluntaria en 2012 y que trabaja en un doble objetivo:

  • 1. Impulsar buenas prácticas que eviten la generación de desperdicio en los diferentes eslabones de la cadena agroalimentaria
  • 2. La recuperación y aprovechamiento de los excedentes, mediante la donación de los productos aptos para el consumo humano y la transformación/revalorización del resto.

En el marco de este proyecto de colaboración, pionero en Europa, que cuenta con el apoyo del MAPAMA (Ministerio de Alimentación, Pesca y Medio Ambiente), las empresas han puesto en marcha medidas como las siguientes:

  • Revisar sus procesos productivos en busca de ineficiencias para aplicar medidas correctoras
  • Analizar su cadena de suministro (pedidos, stock, transporte…)
  • Mejorar/revisar sus sistemas de packaging
  • Optimizar sus procesos de comercialización (saldar productos al final del día, campañas de frutas feas…)
  • Mejorar la información al consumidor (formas de consumo, recetas de aprovechamiento, conservación del producto…)
  • Establecer acuerdos de colaboración con bancos de alimentos y otras entidades benéficas
  • Formar a sus empleados en técnicas de eficiencia y prevención del desperdicio
  • Difundir sus buenas prácticas
  • Colaborar para sensibilizar a la opinión pública

Desde “La alimentación no tiene desperdicio” las empresas trabajan desde la colaboración para reducir un problema de claro impacto económico, social y medioambiental que afecta, aunque por razones distintas, tanto a las economías desarrolladas como a los países en vías de desarrollo. Según datos de la Comisión Europea, España ocupa el séptimo lugar en el ranking europeo de desperdicio con 7,7 millones de toneladas al año de alimentos desechados.

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