FUENTE:
Francisco Javier Campo

Presidente de AECOC

japonización Ante estas perspectivas, dice Francisco Javier Campo, presidente de AECOC, que las economías europeas, especialmente las de la zona sur, están hoy en riesgo de ‘japonizarse’, con crecimientos bajos durante un largo periodo. ¿Y cómo evitarlo? En su opinión, con unas reformas estructurales que hagan mejorar el crecimiento potencial de la economía española.

La productividad. En España es un 32%inferior a la alemana y un 15%inferior a lamedia de la UE. Incrementarla pasa por innovarmás en cantidad y en calidad.

4 MEDIDAS PARA GARANTIZAR EL FUTURO

  1. Incrementar el crecimiento potencial de la economía. Es la única manera de evitar el riesgo de ‘japonización’ del sur de Europa, y en particular en España. Conseguirlo es tarea de todos, pero es la clase política la que tiene que realizar las reformas necesarias.
  2. Apostar por las reformas estructurales. Aumentar la población activa y la tasa de actividad, así como reducir la deuda e incrementar la productividad son claves. Las reformas estructurales siempre han sido bien aceptadas en nuestra sociedad y ese es un activo que hay que aprovechar para hacer las que necesitamos.
  3. Mejorar la competitividad. Debería haber un gran pacto social para que los salarios se incrementen en función de la productividad.
  4. Contar con un gobierno estable y que acierte. No podemos seguir otros cuatro años más perdiendo el tiempo, pero es importante que se acierte con las reformas.

Para comprender el contexto económico actual y los retos a los que debe hacer frente nuestro país para crecer, es necesario analizar tres factores: la situación del consumo y de la economía en 2019 en España –así como su riesgo de ‘japonización’–, la posible evolución de las economías de la Unión Europea a medio plazo y el crecimiento potencial de la economía española. Profundicemos en estos aspectos.

La evolución del consumo y la economía española

En el consumo existen 3 factores que influyen en el comportamiento del mismo: el empleo, el índice de confianza y la renta bruta disponible.

  1. El empleo. La reforma laboral de 2012, que nos ha permitido ganar una enorme competitividad, ha tenido como consecuencia la creación de 3,4 millones de empleos en los últimos 7 años, y en la actualidad hay casi 19,5 millones de personas afiliadas a la Seguridad Social. No obstante, a partir del tercer trimestre de este año la creación de nuevos puestos de trabajo se ha ralentizado fuertemente y la expectativa para el año que viene es que el empleo va a crecer la mitad de lo que estamos creciendo este año.
  2. El índice de confianza del consumidor. Pese a la incertidumbre política, la creación de empleo ha permitido que el índice de confianza de los consumidores no se haya resentido porque lleva prácticamente cuatro años en máximos. Sin embargo, desde agosto esta confi anza ha tenido una importante infl exión a la baja, que en septiembre ha continuado. De confirmarse esta tendencia en los próximos meses, tendrá consecuencias sobre nuestras cifras de venta a principios de 2020.
  3. La renta bruta disponible. Entre 2015 y 2018 el consumo creció sistemáticamente por encima de la renta bruta disponible, de tal manera que a finales de 2018 el ahorro de las familias cayó a un mínimo histórico del 4,5% de la renta bruta disponible, lo que aumentaba su vulnerabilidad ante un cambio de ciclo económico. Este año, sin embargo, las tornas se han invertido: la renta bruta disponible está creciendo de manera muy notable (un 5,5% en el tercer trimestre de 2019), mientras que el consumo está creciendo mucho menos que el año pasado (un 1,7%), teniendo en cuenta, además, que el primer trimestre fue muy bueno.

Todo esto ha llevado a una situación donde lo que se ha incrementado notablemente es el ahorro (que en septiembre subió hasta el 8,7% de la renta bruta disponible, duplicándose casi en nueve meses). Y hay dos grandes razones que lo explican: la primera es cuando los incrementos de renta provienen de las subidas salariales, una parte va al ahorro y, la segunda, que se está deteriorando la visibilidad sobre el futuro de las familias y están aumentando su ahorro preventivo. Y esto va a ser muy importante para ver cómo se va a comportar el consumo en los próximos meses, porque si se sigue deteriorando la confianza y, como consecuencia, aumentando el ahorro preventivo, el consumo tendrá más dificultades para crecer a partir del primer trimestre del próximo año.

Japón. Ha crecido de media el 0,8% en los últimos 20 años, pierde población y la deuda pública ha llegado al 230% del PIB. Una situación soportada por el ahorro de los japoneses.

La competitividad, factor clave de futuro

Otro factor importante en la actividad económica son las exportaciones. Entre 2016 y principios de 2018 las exportaciones crecían a doble dígito, resultando fundamentales para salir de la crisis y crear empleo. Sin embargo, este año están completamente paradas, lo que conlleva que la producción industrial haya ralentizado también su actividad. La causa fundamental de todo ello es la dificultad que tienen nuestros socios europeos para crecer y las guerras comerciales. Todos factores exógenos a nosotros. Pero existe otra causa, que no debemos dejar en el olvido a medio plazo: estamos perdiendo competitividad.
Entre 2010 y 2017 la productividad ha crecido sistemáticamente por encima de los salarios, permitiéndonos ganar una enorme competitividad. Sin embargo, desde 2018, y sobre todo desde principios del 2019, los salarios han cogido una senda alcista muy notable, mientras que la productividad está estancada. Es más, en los últimos 12 meses ha tenido tasas negativas.
Es una situación un tanto complicada porque hay una demanda social (bastante razonable) que reclama la subida de salarios para recuperar el poder adquisitivo perdido durante los años de la crisis. Sin embargo, el dilema radica en que si la productividad no crece volveremos a generar de nuevo desempleo.
En el corto plazo, la economía española crecerá alrededor del 2% este año, bastante menos de lo que esperábamos antes del verano, aunque sigue siendo un punto porcentual por encima de la media europea. Para 2020 la estimación de crecimiento es del 1,6%, más cerca de lo que va a crecer Europa y que el consumo crezca alrededor del 1,3%. Alemania, por ejemplo, no ha crecido en 2019 pero va a ir recuperando su crecimiento potencial.

EL PANORAMA ECONÓMICO EN ESPAÑA

  • La economía se está comportando bien. Este año crecerá alrededor de un 2%; sin embargo, es un porcentaje inferior al de las expectativas de hace tan sólo unos meses.
  • El consumo interno se sostiene. Crecerá alrededor del 1,7%, impulsado por el alza de la renta bruta disponible de las familias propiciada por la subida de las pensiones, del salario mínimo y de los sueldos de los funcionarios.
  • Freno de la actividad exportadora. Hay nulo crecimiento de las exportaciones, que están muy paradas desde principios de año.
  • Hacia una desaceleración. Todas las medidas de estímulo impulsadas van a ir diluyéndose en los próximos meses y nos vamos a quedar con un ciclo que está en fase de desaceleración y con riesgos a la baja.
  • El ciclo expansivo derivado de la digitalización aún no ha despegado. No hay crecimiento en la inversión de bienes de equipo y tampoco en la productividad.

Población activa. En 2016 el ratio era 3,5 personas activas por pensionista. En 2040 será de 1,5, una de las tasas de dependencia más elevadas del mundo.

Hacia la ‘japonización’ de las economías europeas

Si ponemos las luces largas y visualizamos lo que puede crecer la economía europea en unos años, sin especular sobre el Brexit ni las guerras comerciales porque son temas sobre los que tenemos un control limitado, podemos hablar de lo que sí podemos gestionar. Y podemos observar que las economías europeas, especialmente las de la zona sur, están hoy en riesgo de ‘japonizarse’, con las consecuencias que conlleva de un crecimiento bajo durante un periodo dilatado de años.
Un escenario de ‘japonización’ debe cumplir necesariamente las siguientes 5 condiciones:

  • Un tipo de interés natural del dinero inferior a cero.
  • Elevados niveles de deuda pública.
  • Deflación o inflación muy baja.
  • Envejecimiento de la población.
  • Una reducción prolongada y significativa del crecimiento potencial.

Pero hace falta algo más, algo que las empuje en esa dirección. Normalmente es un shock financiero seguido de una severa recesión económica, complementado con un conjunto de malas decisiones en política económica. Cuando se da todo esto, el riesgo empieza a ser elevado. Y las consecuencias son muy relevantes. Japón ha crecido de media el 0,8% en los últimos 20 años, pierde población (sólo este año ha perdido 300.000 habitantes) y, como consecuencia de ello, la deuda pública ha llegado al 230% del PIB, una cifra colosal que ha supuesto un récord mundial. Una situación que está siendo soportada por el ahorro de los japoneses, porque si no resultaría imposible de asumir.

Las exportaciones. Están completamente paradas por la dificultad de Europa para crecer, las guerras comerciales y nuestra pérdida de competitividad.

¿Y qué ha pasado en las economías de la UE?

En los últimos años las principales economías europeas han cumplido 4 de las condiciones de la ‘japonización’ de la economía:

  1. Los tipos de interés negativos. De 2000 a 2007 en Europa y en Estados Unidos teníamos unos tipos de interés parecidos a la década precedente y razonablemente en equilibrio con la situación económica general. Japón los hizo por primera vez negativos.
    A partir de 2008, como consecuencia de la crisis económica, EEUU y Europa bajan sus tipos de interés notablemente y en Japón los hacen mucho más negativos. Pero es que a partir de 2016, cuando ya no estábamos en recesión ni en crisis económica, los tipos de interés en Europa se han vuelto negativos. Llevamos así tres años. Una situación que, debería haber sido coyuntural para un momento de emergencia, se ha vuelto casi una normalidad. Los mercados financieros están apostando en estos momentos porque los tipos de interés sean negativos en España durante los próximos 7 años. Y esto tiene consecuencias, algunas positivas, porque España es un país endeudado y puede ayudarnos, pero a medio plazo seguramente serán negativas por dos razones. La primera, porque no hay ningún incentivo a la disciplina fiscal ni ninguna motivación para que los estados, los individuos, las familias y las empresas gestionen y reconduzcan sus niveles de deuda. La segunda, porque estamos perturbando el sistema de formación de los precios de los activos. Estamos tomando decisiones sobre ellos que en algún momento se pueden revelar como incorrectas.
    En estos momentos, en el mundo hay prestados 18 billones de dólares a tipo de interés negativo. La única lógica que puede haber detrás es que están esperando una deflación; no en la cesta de la compra ni en el índice general de precio, sino en los activos, que tendrán menos valor dentro de 3 o de 5 años. Por tanto, es un terreno muy complicado y desconocido, cuyas consecuencias son muy difíciles de evaluar hoy. Lo que sí podemos decir es que esta primera condición la estamos cumpliendo de sobra.
  2. Elevada deuda pública. A partir de un 90% de deuda pública se considera que hay una restricción muy fuerte para que una economía crezca. En España estamos en el 99% del PIB. En Europa está entre el 93% y el 94%, no mucho mejor, pero con países como Alemania, que está al 60% o Italia al 130% del PIB.
    Lo más revelador de esto es que estamos demostrando una gran incapacidad para reconducir el nivel de deuda. Si en los últimos cuatro años que hemos estado creciendo en torno al 3% de manera consecutiva, con tipos de interés en cero no hemos sido capaces de bajar significativamente la deuda, ¿en qué escenario vamos a ser capaces de hacerlo?
  3. La deflación. Es la única condición de ‘japonización’ que no cumplimos, pero tampoco estamos tan lejos de ello. Japón ha sido el único país del mundo que ha tenido deflación durante varios años consecutivos. En Europa llevamos también varios años con unas inflaciones muy bajas. En España, concretamente, está ahora mismo en el 0,1%. La más relevante, que es la subyacente, está entre el 0,9% y el 1%, pero en un año donde los salarios han crecido al 2,5%. Tenemos una inflación muy baja que está demostrando una enorme resistencia para acercarse al objetivo del Banco Central Europeo y que está en el 2%.
  4. El envejecimiento poblacional. La población de más de 65 años representa ya el 30% de la población activa en España y en Japón el 50%. Pero en España dentro de 12 o 14 años este colectivo llegará también al 50% de la población activa, equiparándonos con Japón.
    Las consecuencias son muy visibles: el sistema de pensiones va a estar tensionado y amenazado, y el gasto sanitario va a tener un crecimiento exponencial. Otras son menos evidentes pero no por ello menos reales: cuando una población envejece el entorno se vuelve deflacionista porque necesita menos para vivir y, por otra parte, una bajada de los tipos de interés no tiene ningún efecto.
    Una población joven compra coches, casas, lleva a sus hijos al colegio y, por tanto, una bajada de tipos de interés dinamiza rápidamente la economía, cosa que no ocurre cuando la población está envejecida y solo aspira a vivir de su pensión. Esta condición también la estamos cumpliendo.
  5. El crecimiento potencial. Ha caído de forma generalizada, especialmente en Europa. En España ha estado históricamente muy alto hasta 2008, pero desde ese año la caída ha sido drástica. Ahora está ligeramente por debajo del 1%, como en Japón. En EEUU se estima en un 2%, en Alemania un 1,5% y en Italia ligeramente negativo. Si Italia no hace nada no va a poder crecer en los próximos años.

Mercado laboral. Hay que integrar inmigración de manera inteligente y ordenada, atrayendo al máximo talento posible.

El riesgo real de ‘japonización’

Puede parecer que este escenario está lejano y que no se vislumbra porque llevamos varios años de crecimiento sostenido, pero puede que esté mucho más cerca de lo que parece. No digo que sea irreversible o que no tenga remedio, pero sí que las consecuencias son tan relevantes que deberíamos de tomárnoslo en serio para que este escenario no se llegue a concretar.
En cualquier caso, lo que va a ocurrir es que el crecimiento real se va a ir acoplando al crecimiento potencial de la economía, es decir, van a ir convergiendo. Y el crecimiento potencial está como máximo en el 1%. El problema radica en que tenemos políticos que sólo toman medidas cortoplacistas, que son pan para hoy y hambre para mañana: bajadas de impuestos, subidas de salarios, incremento del gasto público Y al final no son más que atajos. El verdadero trabajo de fondo y de calidad sería preparar unas reformas estructurales que, de verdad, hagan mejorar el crecimiento potencial de la economía española. Esa es, sin duda, la mejor manera de evitar un escenario de ‘japonización’.

jubilación

La jubilación. Los bebés que nacen este año tienen ya una esperanza de vida de 107 años. No podrán aspirar a jubilarse con 65 años.

Crecimiento potencial de la economía española

Los cuatro factores más importantes para determinar el crecimiento potencial de un país son: la población activa (entre 16 y 65 años), la tasa de actividad (población activa que trabaja), la productividad (euros producidos por hora trabajada) y la reducción del nivel de deuda. Analicemos más en profundidad cada uno de ellos para ver qué tipo de medidas se necesitan para aumentar el crecimiento potencial.

1. La población activa.

En 2016 España tenía casi 31 millones de personas en edad de trabajar y casi 9 millones de pensionistas. La ratio era 3,5 personas activas por pensionista. En 2040, la caída de la gente que va a estar en edad de trabajar y la duplicación del número de pensionistas va a llevar ese ratio a 1,5. España tendrá una de las tasas de dependencia más elevadas del mundo. La demografía es la que es, pero sí que se pueden tomar medidas para intentar paliar el envejecimiento demográfico. Por ejemplo:

  • El retraso gradual de la edad de jubilación. Los bebés que nacen este año tienen ya una esperanza de vida de 107 años. No podrán, por tanto, aspirar a jubilarse con 65 años. El sistema de pensiones no va a ser sostenible si no se va retrasando la edad de jubilación. Pero, sobre todo, hay que hacerlo para mantener el mayor porcentaje de población activa el mayor número de años.
  • La mejora de la tasa de natalidad. Sigue estando muy baja (por debajo del 1,3). Hay muchos factores que contribuyen a este índice tan bajo y uno de ellos es la excesiva precarización del mercado laboral para la gente joven. Los contratos de becarios, que se sustituyen por prácticas y luego por 6 meses, no son de recibo. No podemos tener a la gente permanentemente entrando y saliendo del mercado laboral porque no ven un horizonte claro para plantearse tener hijos.
  • La integración de la inmigración en el mercado laboral, pero hay que hacerlo de manera inteligente y ordenada. Hay que atraer el máximo talento posible. Todos en nuestras empresas somos conscientes de la importancia de reclutar a los mejores, formarlos y retenerlos. A nivel de países es lo mismo. Para ello es clave preparar las reformas fiscales y laborales necesarias para que España sea un país muy atractivo y así atraer el talento. También trabajar para hacer que la inmigración se integre socialmente desde el punto de vista cultural e idiomático, algo muy diferencial de lo que ha hecho Japón. El país nipón es muy nacionalista con una sociedad muy cerrada que ha rechazado permanentemente la inmigración. Nosotros, sin embargo, somos un país extraordinariamente permeable.
    La población europea ha crecido anualmente en los últimos diez años alrededor del 0,2%. La española es más volátil: en 2008 llegamos a tener casi 400.000 habitantes más que el año anterior, pero durante la crisis perdimos casi 900.000 personas. Ahora estamos creciendo de nuevo: en 2019 el crecimiento de la población está siendo del 0,7%. Tenemos casi 300.000 habitantes más que hace un año, lo que también está ayudando al crecimiento del PIB.

2. Tasa de actividad.

En Alemania trabaja el 76% de la población en edad activa; en España, el 63% y la media de la UE es del 68%. Si seguimos haciendo las cosas igual que ahora los resultados seguirán siendo los mismos.
Así las cosas, hay dos grandes temas a los que tenemos que enfrentarnos y buscar las soluciones:

  • El nivel de paro estructural. En la actualidad está entre el 11% y el 12% de la población activa. Hay colectivos como los ‘ninis’, los parados de larga duración de más de 50 años y los inmigrantes de baja cualificación –que suman más de dos millones de personas entre todos–, que tienen muy complicado incorporarse al mercado laboral. Hay que buscar las soluciones para paliar esta problemática porque esta situación no es aceptable socialmente y no permite sostener el sistema. Entre otras muchas cosas que habría que hacer es una formación dual adaptada a estos colectivos –en módulos de cuatro meses dentro de los diferentes sectores–. Sería fundamental para resolver esta situación.
  • La reforma del mercado laboral. Hay que flexibilizar el mercado laboral, pero no para hacerlo más precario, porque no beneficia a nadie. Evitar la “dualidad” del empleo es fundamental, pero hay que continuar flexibilizando el mercado laboral y evitar las rigideces en el sistema de formación de salarios. La subida del salario mínimo del 23% que se hizo a principios de año –que seguramente es una idea bien intencionada– va a generar desempleo, nos guste o no. Todas las rigideces (como los convenios sectoriales o los salarios mínimos, que obligan a las empresas a subir sus salarios, independientemente de sus circunstancias) van a perturbar la creación de empleo y, por tanto, se va a ver afectado el crecimiento de la tasa de actividad.

disciplinas STEM

Disciplinas STEM. Solo el 23% de la población universitaria las estudia versus 40%-45% en cualquier país avanzado.

3. La productividad

En España es un 32% inferior a la alemana y un 15% inferior a la media de la UE. Como consecuencia, porque no puede ser de otra forma, nuestros salarios son un 15% inferiores a la media de la UE. Es cierto que hay una demanda social que exige subidas salariales, pero tenemos que saber que la única manera de resolverlo es incrementando la productividad porque todo lo demás será volver a generar desempleo. Y la manera de incrementar la productividad pasa por la innovación. Necesitamos innovar más en cantidad y en calidad. Estamos destinando muy poco dinero a la innovación, mucho menos que la media de la UE. Los empresarios tenemos que entonar también el ‘mea culpa’, porque en el resto de la UE la inversión privada supone 2/3 del total y 1/3 es pública, mientras que en España el 50% es pública y el 50% privada.
Hay medidas que nos permitirán mejorar la productividad:

  • Desarrollar las capacidades STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), que son las que están transformando el mundo y en nuestro país no las estudia casi nadie. Solamente el 23% de la población universitaria está estudiando este tipo de disciplinas, cuando en cualquier país avanzado están entre el 40% y el 45%. Nos va a faltar talento y en algunos ámbitos ya estamos empezando a notar que nos cuesta reclutar los perfiles que necesitamos.
  • Incrementar la innovación y la implantación de nuevas tecnologías. Todos los proyectos que tenemos puestos en marcha en relación a industria 4.0 con el big data, la inteligencia artificial, la robótica, etc., y también la omnicanalidad, están yendo despacio y no estamos teniendo los resultados previstos. Hay muchas causas para ello pero una que me parece muy importante es la que tiene que ver con los datos. Porque los datos del mundo analógico no sirven para el mundo digital. Tenemos datos erróneos, con bases de datos que no están actualizadas, datos inconsistentes y datos que resultan insuficientes porque no tienen el detalle que se exige en el mundo digital.
  • Aumentar el tamaño de las empresas. Las grandes y medianas empresas son las que pueden tener presupuesto en innovación, formación profesional dual…
  • Preservar el mercado único interior. Que sea eficiente. La dinámica de 17 comunidades autónomas, cada una regulando y legislando ámbitos que deberían de ser como mínimo a nivel nacional, es un disparate. Estamos compitiendo con países cercanos como Francia y Portugal que tienen una legislación única para todo. Por ejemplo, temas como la sostenibilidad (el reciclaje, los residuos, etc.) no pueden estar regulados a nivel autonómico. Es una verdadera frivolidad que no hace más que fraccionar el mercado único, destrozar la productividad de las empresas y, como consecuencia, penalizar la calidad de vida de todos los españoles.
  • Reducir los costes de residencia (energía, cotizaciones sociales, impuestos…) porque nos impiden competir y eso, de nuevo, penaliza la calidad de vida de todos los ciudadanos.

4. Reducción del nivel de deuda

El déficit público en España está hoy por debajo del 3%, lo que nos tiene a todos muy tranquilos. Sin embargo, el déficit público estructural no sólo no ha bajado sino que tiene una resistencia enorme a bajar y, más bien, está aumentando. También el déficit primario –déficit público quitado el servicio de la deuda– está entre los peores de la UE; ni siquiera Grecia y Portugal tienen este tipo de déficit en estos momentos. Es un tema al que tenemos que dedicarle la atención que necesita.
Cuando un país se plantea cómo gestionar la deuda y el déficit, las pensiones aparecen en primer lugar. El año que viene representarán 10.000 millones de euros al mes, 120.000 millones de euros al año, el 59% del total del gasto del Estado español si quitamos ayuntamientos y comunidades autónomas, y creciendo un 5% al año.
Y, en mi opinión, lo que se ha hecho en los últimos 18 meses ha sido una absoluta frivolidad. Los partidos políticos han hecho volar por los aires los mecanismos que había planteado el Pacto de Toledo, que permitía la sostenibilidad del sistema de pensiones durante dos décadas. Y todo ello por razones electoralistas. Ha sido una grave irresponsabilidad. Espero que vuelvan a retomar el tema cuanto antes porque, cuanto más tarde lo hagan, las medidas serán más dolorosas y más difíciles de implantar.
Pero también hay que mejorar la eficiencia del sistema sanitario, porque el gasto en este ámbito va a incrementarse como consecuencia del envejecimiento. Asimismo, reducir los 82.000 millones de euros de subvenciones, en muchos casos discrecionales, poco transparentes y con muy bajo nivel de control, y reformar las administraciones públicas (tenemos 23.000 organismos públicos, algunos indispensables, pero otros muchos cuyo funcionamiento se podría racionalizar).
Si no hacemos todo esto, la solución va a ser siempre subir los impuestos, que es exactamente lo contrario de lo que demanda el ciclo económico al que nos dirigimos en este momento.

Mercado único. 17 comunidades autónomas, regulando y legislando ámbitos como la sostenibilidad, es un disparate.

FJC

FRANCISCO JAVIER CAMPO
Presidente de AECOC

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