Edurne Pasaban
Alpinista, empresaria y conferenciante
Hace 15 años Edurne Pasaban hizo historia al convertirse en la primera mujer en coronar los 14 picos más altos del planeta. Hoy la alpinista de reconocimiento internacional mira aquella hazaña con perspectiva y comparte cómo las lecciones aprendidas en la alta montaña le han servido para impulsar y liderar sus propios proyectos empresariales. Porque, como ella misma demuestra, entre el alpinismo y el mundo de la empresa existen más paralelismos de los que podría parecer.
Hay nombres que quedan grabados con mayúsculas en la historia del alpinismo, y Edurne Pasaban es sin duda uno de ellos. En 2001 alcanzó la cima del Everest y, aunque no fue la primera mujer en lograrlo, pocos podían imaginar que nueve años después, el 17 de mayo de 2010, se convertiría en la primera mujer en completar los 14 “ochomiles”, los picos más altos del planeta. Su trayectoria es admirable no solo por las cumbres alcanzadas, sino también por la honestidad con la que ha mostrado sus vulnerabilidades. Ha hablado –y sigue hablando– de salud mental, de la profunda depresión e intentos de suicidio que atravesó en 2006, de las veces en que pensó en abandonar su sueño y de cómo esas caídas hicieron que la conquista de los 14 ochomiles tuviera un valor aún mayor.
También se ha pronunciado sobre la presión que la sociedad ejerce sobre las mujeres, la congelación de óvulos y la maternidad “tardía” –“las cosas han cambiado mucho en pocos años”, afirma–. Sobre cómo la llegada de su hijo transformó su vida y sobre la importancia de visibilizar, desde posiciones de referencia, no solo los éxitos, sino también los momentos más duros.
Nos recibe en Vielha, en el corazón de la Vall d’Aran, en un hogar que respira montaña por dentro y por fuera. Desde este refugio de paz sigue conectada con la naturaleza y el deporte, mientras compagina su faceta de emprendedora y consejera en la empresa familiar con una intensa actividad como conferenciante. Una vida que, igual que en la montaña, se sostiene sobre la fuerza, la disciplina y la pasión por superar nuevos retos.
Este año se han cumplido 15 años de sus 14 “ochomiles”. ¿Cómo lo ve con perspectiva?
Siento que fue otra vida. Tuve la suerte de vivir aquella etapa y ahora una completamente distinta. Lo veo todo muy lejano. Y me impresiona lo rápido que pasa el tiempo: escalar los 14 me llevó apenas 10 años y me parece toda una vida, mientras que estos 15 de después se me hacen cortísimos.
Afirma que “un alpinista nunca deja de serlo”.
Creo que uno no deja el alpinismo, ni se jubila; quizá solo a nivel profesional podría decirse. Sigo haciendo montañas y temas relacionados, aunque sin la notoriedad de antes, porque ahora lo hago solo para mí.
Es consejera de la empresa familiar de maquinaria para papel, con más de 45 millones de euros de facturación, y ha liderado proyectos desde un hotel rural hasta una fundación en Nepal. ¿Cómo ha influido su experiencia deportiva en su carrera?
Al final, aunque la base sean los estudios, la vida y las experiencias son el mayor aprendizaje. Estudié ingeniería y quizá por eso soy tan cuadriculada al tomar decisiones o planificar. Pero creo que lo que realmente te hace madurar profesionalmente es lo vivido. Primero participé en expediciones sin liderarlas, y aprendí mucho. Después, al asumir la responsabilidad de terminar los 14 ochomiles y liderar equipos, descubrí que no estaba tan lejos del mundo empresarial: planificar, preparar, organizar… Todo eso tiene mucho en común. La ingeniería me dio estructura, pero las montañas me enseñaron a emprender, a ser ambiciosa y a tirar siempre hacia adelante.
Si en algún momento de sus inicios le hubieran dicho que haría historia…
Habría respondido que no. Podemos tener sueños y retos, pero nunca sabemos hasta dónde podemos llegar. Cuando empecé a escalar los 14 ochomiles en 1998 solo había 5 hombres que lo habían logrado, y no había mujeres que se plantearan este desafío. Sin referentes a seguir, fui construyendo mi propio camino y madurando en el proceso.
«A veces a las mujeres nos cuesta valorarnos lo suficiente como para creer que podemos conseguirlo».
Muchos ven que se alcanza la cumbre, pero no todo lo que hay detrás. ¿Cómo es esa logística?¿Cuándo empieza una expedición?
Una expedición empieza en el momento que te marcas un objetivo; puede iniciarse incluso dos años antes. A finales de los 90 y principios de los 2000, conseguir los permisos para Nepal era bastante complicado. Hoy podría hacerse en un día por internet, pero entonces había que enviar faxes y esperar respuestas. La financiación era toda una aventura; para nuestra primera expedición abrimos un bar durante las fiestas del pueblo que el alcalde tuvo que permitir por la presión de los vecinos. La gente se volcó para que cinco “colgaos” nos montásemos en un coche en Tolosa, nos fuéramos al aeropuerto de Madrid a coger un avión, dando la vuelta al mundo para llegar a Nepal, que no sabían ni dónde estaba.
La comunicación una vez en Nepal también era compleja.
Una vez en Katmandú no había forma de comunicarte. Ahora cualquiera puede conseguir una SIM al llegar, pero entonces decías adiós sin saber cuándo volverías a hablar con tu familia. Luego empezaba la organización del transporte hasta la montaña. Necesitábamos contratar a unos 120 portadores, cada uno con su equipo, que teníamos que comprar nosotros allí mismo.
Todo se organizaba al llegar. No era simplemente ir al monte; llegabas, mirabas y contratabas. Y, a diferencia de ahora, cuando muchos van en helicóptero, nosotros caminábamos. Eran 10 días de esfuerzo hasta el campo base. En el camino podías encontrarte con nieve y quedarte varado, sin saber dónde estabas, con 120 personas esperando y sin poder avanzar.
Al llegar al campamento base esos 120 portadores se iban, y tenías que coordinar que 60 volvieran en un mes y medio. Y entonces te quedabas con tu reducido equipo, y ante ti solo tenías la montaña.
¿Qué importancia tiene el apoyo psicológico en el deporte y las empresas?
Es fundamental, especialmente si se ajusta a las necesidades y circunstancias individuales de cada persona. Afortunadamente hoy hay más recursos disponibles y las empresas están cada vez más preocupadas por la salud emocional de sus empleados. Esto refleja un avance significativo en la concienciación sobre el bienestar integral.
¿Qué cree, en perspectiva, que es lo más importante de liderar?
Creo en un liderazgo compartido y consensuado. Cuando lideras un equipo es fundamental aprovechar el talento y las opiniones de cada miembro. Desde que tomé el mando he creído firmemente en esta forma de liderazgo, y creo que es el futuro para las empresas. La transparencia y la participación son claves, y cada opinión cuenta. Como líder, en el momento de enfrentar decisiones difíciles todos te miran a ti, y debes estar preparado para actuar. Sin embargo, antes de llegar a ese punto busco el consenso y me aseguro de que cada miembro conozca su rol y aporte al equipo. Es crucial que todos se sientan parte del proceso y comprendan su importancia.
Creo que muchas organizaciones deberían adoptar este enfoque. A menudo en empresas con un liderazgo muy jerárquico los empleados no se sienten conectados o comprometidos porque no saben cuál es su papel o por qué es importante que estén ahí. La comunicación abierta es clave.
LAS FRASES
“Un líder debe ponerse en el lugar de los demás, tanto en los buenos como en los malos momentos. Y trabajar juntos la resiliencia, la adaptación al cambio”.
El mayor acierto... “Creer en mí misma y luchar por lo que me apasiona, a pesar de tener que romper estereotipos”.
El mayor error... “No haber creído en mí antes. Tuve que escalar muchos ochomiles, atravesar una depresión y enfrentarme a varios intentos de suicidio para darme cuenta de mi propio valor. Es crucial tener esa confianza interna desde el principio, en especial en profesiones en las que te enfrentas constantemente al fracaso”.
“Siempre hay imprevistos que gestionar, y la clave está en cómo los manejas”.



