Rosa Galende, C84
Nº 234 – FEBRERO 2021

¿Cómo es posible que esta especie nuestra deje que la destrucción campe a sus anchas? ¿Por qué vivimos de espaldas a lo que nos permite vivir? ¿Cómo es posible que no nos tomemos en serio la defensa de la vida? Son preguntas que se formula una y otra vez el naturalista y escritor Joaquín Araujo. Porque nuestra salud, dice, depende de la salud de la naturaleza. Y “hoy la naturaleza depende también de lo que nosotros hagamos”.

“El covid ha intentado cambiar el estilo de vida del planeta sin conseguirlo. Pero el cambio climático es infinitamente más poderoso que este virus, y nos está pidiendo un cambio de estilo de vida”. Joaquín Araujo

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CAMBIAR PARA QUE LA VIDA SIGA

  • “Me duele que las golondrinas lleguen a sus nidos en mi casa un mes antes que hace 40 años, porque esa es una ruptura de la cadencia cíclica”.
  • “Hoy el sistema vital del planeta está amenazado”.
  • “El clima es la totalidad de las totalidades; es la vida de la vida. Nadie puede escapar al clima, y lo estamos destruyendo”.
  • “La situación es tan preocupante como para instaurar una economía de guerra contra el cambio climático. Porque nos lo jugamos todo”.
  • “La mayor parte de las personas sigue sin mover un dedo para mejorar la situación de la salud de la salud, la vida de la vida, de lo más importante que tenemos en este planeta, que es que funcione el clima”.
  • “El 30% o el 35% de la energía se gasta para nada. Se gasta por descuido, por frivolidad, por derroche estúpido…”.
  • “El verdadero problema que tenemos es que la mayor parte de los enemigos de la naturaleza y la vida no saben que lo son”.
  • “La educación hay que llevarla como una segunda piel. Hay que ser estudiante desde el día que naces hasta el día que mueres”.
  • “A veces educar es procrastinar; es dejar para mañana lo que teníamos que haber hecho ayer. Y tenemos que ponernos en marcha todos ¡YA!”.
  • “La vuelta a la normalidad es el regreso a la gran anormalidad de un sistema consumista, despilfarrador, mediocre, codicioso…”.

Tiene 73 años y ha plantado cerca de 27.000 árboles; uno por cada día que ha vivido. Vive ‘emboscado’ en la comarca de Las Villuercas (Cáceres) y es uno de los naturalistas más conocidos de nuestro país. 50 años lleva dedicado a contemplar la naturaleza y a contarla. Empezó trabajando con Félix Rodríguez de la Fuente y toda su vida ha hecho honor a ese legado. Se considera a sí mismo un ser ‘panorámico’, porque ha ejercido decenas de oficios a la largo de su vida. Geógrafo. Ornitólogo. Periodista de prensa, radio y televisión. Bloguero. Escritor. Calígrafo. Guionista. Conferenciante. Campesino naturalista o naturalista campesino. Fundador de bosques. Amante de la belleza y rescatador de palabras olvidadas. Poeta, siempre poeta.

Le gusta decir que milita en la cultura de lo rural. Que es por encima de todo un hombre de campo que cuida sus animales, ve crecer las hortalizas que lleva a su mesa y elabora sus propios quesos. Comprende bien el trabajo y el esfuerzo que conlleva dar de comer a la humanidad y reivindica el papel de lo rural y la belleza de la naturaleza, de lo espontáneo, en todos sus libros. 112 lleva escritos y tiene 3 más en proceso, a la vez. Sus manos están llenas de callos no solo porque utiliza azadón sino también porque escribe con pluma y cuidada caligrafía. Habla con voz pausada, pero utiliza frases contundentes –aforismos– y su discurso está plagado de palabras nobles: vida, natura, bosque, hospitalidad, transparencia, verdad… Algunas de esas palabras, no exentas de poesía, son rescatadas de otro tiempo, como ‘atalantar’, que en una de sus acepciones significa ‘cuidar’, mimar. Él suele decir: “Que la vida te atalante” desde que le escucho la expresión a un campesino extremeño.

Ha recibido tantos premios, nacionales e internacionales, que es imposible recogerlos en este espacio. Pero eso no es lo importante. Lo importante para él hoy sigue siendo, primero, “contemplar e intentar merecer la hermosura de los paisajes, la compañía de la línea del horizonte, del amanecer y el ocaso” que disfruta en soledad; segundo, como buen campesino, dedica horas a “cuidar de lo que nos cuida, a ver crecer lo que nos hace crecer” y, en tercer lugar está “el placer, la obligación y el privilegio de poder contarlo”.

Esta conversación tiene lugar por zoom. La pandemia no permite hoy otra cosa. Joaquín ha subido con su ordenador a un cerro desde el que se contempla un tupido bosque de madroños, alcornoques, robles y encinas, muchos de esos árboles plantados por él mismo. Su voz llega hasta mí arropada por el trino de los pájaros.


Un campesino amante de la natura

Desde muy niño quise ser campesino, a pesar de haber nacido en el centro de Madrid y proceder de una familia de clase media y no tener un vínculo directo con la naturaleza. Soy hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de militares.

He sido campesino antes que naturalista, aunque luego ambas actividades se han dado la mano. Vivo intensamente las soledades, los bosques… Mi pasión es ver crecer lo que me hace crecer, contemplar la naturaleza y defenderla. Y ya el privilegio absoluto es que me dejen contarlo. Trabajo desde hace medio siglo en favor de la vida. Si ya es manifiestamente inmejorable vivir con la vida, el que me permitan usar prensa, radio, televisión, libros, conferencias, exposiciones… para expresar lo que a mí me ha contado la naturaleza es una gran satisfacción.

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  • “El que alguien escriba, como yo, con una pluma, a veces de ave, de pie, sobre un cuaderno con papel de primera calidad, parece un sinsentido. Pero de eso se trata: de, aunque exista toda la tecnología, ser capaz de utilizar las destrezas, de realizar un esfuerzo y encontrarte con alguno de los mejores perfiles de la propia condición humana; ser capaz de ser lento, de ser cariñoso, de ser cuidadoso con las cosas”.
    Joaquín Araujo

La mirada del naturalista sobre la pandemia

Estos meses he estado constantemente brincando de la delicia al tormento. Por una parte, pido perdón por decirlo, he vivido el mejor año de mi vida, porque he estado permanentemente en contacto con todo lo que me fascina. He vivido en contacto con la salud de lo espontáneo, con su frescor, con su belleza… Siempre he querido pasar al menos el 50% de los días del año en convivencia con el paisaje. Pero es que desde marzo del año pasado he pasado el 99% de mis días en uno de los mejores paisajes de este país (en las Villuercas, Extremadura) y he podido comprobar cómo la naturaleza estaba más alegre, más confiada. He vivido el esplendor de la vida y he llorado también las vidas que se ha llevado la pandemia, incluida la del hermano de mi esposa.

En defensa de la vida

La torpeza humada es desgarradora. Es un zurriagazo permanente. ¿Cómo se puede ser tan tonto, tan torpe, tan mezquino? Porque la gestión de todo esto ha sido un disparate. Y no lo digo por una crítica simplemente a los administradores… Es que la humanidad se ha comportado con absoluta mezquindad para con ella misma. ¿Cómo es posible no tomarse en serio la defensa de la vida? Los naturalistas, los comprometidos por la continuidad de la vida, como yo, defendemos la vida sin exclusiones, sin ninguna diferenciación, porque entendemos que nuestra salud depende de la salud de la naturaleza.

Probablemente se me pueda acusar de misántropo, pero no lo soy. De hecho, me preocupa tanto el bienestar de la humanidad como el de la naturaleza, porque uno depende del otro. Y hoy la naturaleza depende también de lo que hagamos. Nuestro poder ha llegado a tal extremo que casi se puede decir que la vida depende de una sola especie de ser vivo que es el ser humano.

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SOBRE LO ESPONTÁNEO,
SOBRE LO ESENCIAL

  • “La mayor torpeza de una civilización es vivir de espaldas a lo que le permite vivir. Vivir de espaldas al campo esvivir de espaldas a lo esencial”.
  • “Toda etiqueta de cualquier producto de consumo debería llevar un rótulo bien grande que diga: Hecho por la natura”.
  • “El despoblamiento, la injusticia social y económica a la que está sometida toda la cultura rural, todo el sector primario, se arreglaría de un plumazo simplemente pagándole al productor lo que hay que pagarle”.
  • “En nuestro mundo lo que más ha progresado es la mentira, pero ni la mariposa, ni la oropéndola, ni el brote del agua en el manantial, ni la nube sobre tu cabeza pueden mentir. Y no mienten”.
  • “La frase más bella, con la que no puedo estar más de acuerdo, es de Luther King y dice: Si estuviera completamente seguro de que mañana se acaba el mundo, yo hoy plantaría un árbol”.

La salud del planeta

Como dicen los pastores de esta sierra, “vamos a ver los peces de colores”. De hecho, ya los estamos viendo. A mí me duele que las golondrinas lleguen a sus nidos en mi casa un mes antes que hace 40 años, porque esa es una ruptura de la cadencia cíclica, de la armonía, de la sucesión de los acontecimientos…

Lo que nos está pasando es un absoluto chiste en relación con lo que nos va a pasar si no paramos el calentamiento global. ¡Hay tal cantidad de evidencias! Los calendarios de la vida están totalmente destrozados. Y no debemos olvidar que el clima es la totalidad de las totalidades, es la vida de la vida. Nadie puede escapar al clima, y lo estamos destruyendo. Y eso es infinitamente más grave que cualquier enfermedad convencional. Y está aquí.

Conciencia ambiental

Hay cada vez más personas y estamentos concienciados, más educación y periodismo ambiental…Incluso hay una ley de cambio climático a punto de ser debatida en el Parlamento español. Todo eso es magnífico. ¡Pero llegamos 45 años tarde! Pensemos que el gran desafío de los acuerdos de París es que el planeta no se caliente dos grados más de la media respecto al último siglo. Pero España ya está, de forma permanente, dos grados por encima de media. ¡Este país ya es una catástrofe climática absolutamente confirmada! Y nosotros pensando en que todo sea comodidad, velocidad, energías exógenas a nuestro cuerpo… Tenemos que cambiar, porque esto es tan preocupante como para instaurar una economía de guerra contra el cambio climático. Porque nos lo jugamos todo. ¡Y también deberíamos haber adquirido una economía de guerra para luchar contra la pandemia! Es decir, enfocar todos los recursos necesarios en esa dirección. Y aquí seguimos. La mayor parte de las personas sigue sin mover un dedo para mejorar situación de la salud de la salud, la vida de la vida, de lo más importante que tenemos en este planeta, que es que funcione el clima.

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Por dónde empezar

El confinamiento requirió un gran esfuerzo, un gran sacrificio, pero el que más o el que menos lo pudo llevar a cabo. Lo verdaderamente contradictorio es que no sería tan grande el esfuerzo para ahorrar el 50% de la energía que se gasta, porque por lo menos el 30% o el 35% de la energía se gasta para nada. Se gasta por descuido, por frivolidad, por derroche estúpido… Cuando te autoeducas ambientalmente no consientes tener un motor encendido si no está trabajando, dejar una luz encendida si no es necesaria, que los ordenadores se queden enchufados toda la noche…Hay que usar mucho menos el WhatsApp, el correo electrónico o YouTube, porque utilizan mucha más de la que nos podamos creer y no mejoran especialmente ni la delicia de vivir ni nuestra comprensión del mundo.

Por tanto, el margen de ahorro de energía, sin perder lo esencial para una calidad de vida suficientemente digna, está ahí. Es fácil. Hay que hacerlo. Pero no lo hacemos. El verdadero problema que tenemos es que la mayor parte de los enemigos de la naturaleza y la vida no saben que lo son.

Educación medioambiental

No entiendo la vida sin educación. La educación hay que llevarla como una segunda piel. Hay que ser estudiante desde el día que naces hasta el día que mueres; esa es una de las delicias de la condición humana. No entiendo vivir sin aprender algo cada día. Y además es un gran placer. Por tanto, educación permanente, universal, cotidiana e ininterrumpida y desde cero años… a los que te toque. Pero hay una trampa, porque a veces educar es procrastinar; es dejar para mañana lo que teníamos que haber hecho ayer. Y tenemos que ponernos en marcha todos, ¡YA!

Los indicadores de cambio climático nos dicen algo tan tremendo como que ya no estamos a tiempo. Pero tenemos que combatirlo, tenemos que creer que todavía estamos a tiempo, pero no más allá de 5 o como mucho 10 años. El covid ha intentado cambiar el estilo de vida del planeta sin conseguirlo, a pesar de lo dramático que es. Pero el cambio climático es infinitamente más poderoso que este virus, y nos está pidiendo un cambio de estilo de vida.

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  • “El madroño, con sus esferas incandescentes, es un prodigio de la natura. Lo cortas y vuelve a nacer. Se quema, y vuelve a nacer”.
    J. Araujo

¿Saldremos mejores?

Al principio de la pandemia mucha gente decía: “Voy a cambiar de vida”. Pero luego eso ha quedado en nada. La vuelta a la normalidad es el regreso a la gran anormalidad de un sistema consumista, despilfarrador, mediocre, codicioso… Seguiremos trabajando.

Demasiados, y más estúpidos que nunca

El estilo de vida que ha elegido esta civilización se basa en el amontonamiento, la masificación, el considerar que es extraordinariamente venerable la velocidad, que es sagrada la comodidad, que el progreso puede ser ilimitado, lineal y acumulativo. Estos rasgos la definen y condenan. La mayor torpeza de una civilización es vivir de espaldas a lo que le permite vivir.

Vivir de espaldas al campo

Al alejarte del huerto no sabes todas las cosas absolutamente fascinantes que pone a tu disposición la sabiduría de la naturaleza. Hay que crecer con lo que te permite crecer; ver crecer lo que vas a comer es la verdadera sabiduría. Vivir de espaldas al campo es vivir de espaldas a lo esencial. Es lo insignificante acechando a lo esencial, como diría John Berger. O lo que es lo mismo: lo esencial constantemente atacado por lo insignificante. Y esto no quiere decir que en el proceso civilizatorio no haya miles de cosas significativas que celebrar, pero todas esas conquistas del pensamiento, de la ciencia y de la tecnología hay que usarlas con mucho cuidado.

El auge de lo local, de la proximidad

Uno de mis aforismos preferidos dice: toda etiqueta de cualquier producto de consumo debería añadir, con un rótulo bien grande que diga: “Hecho por la natura”.

Yo suelo decir en mis conferencias que el teléfono móvil que todos llevamos en el bolsillo, creyendo que llevamos el conocimiento absoluto, lo ha hecho el agua. Nuestra mente la ha hecho el agua. El árbol lo hace el agua. Nuestra comida, nuestras ciudades las ha hecho el agua. Porque las materias primas que hemos utilizado para ello son inseparables de los ciclos de la naturaleza.

Los programas televisión de gastronomía, tan en auge, deberían comenzar con un: “Estos alimentos han sido hechos en primer lugar por la naturaleza y en segundo lugar por la cultura rural”. Debería ser una religión.

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  • “La masificación confinada fue una demostración extraordinaria de la fragilidad humana. “¡Qué bien que hay gente trabajando la tierra y produciendo alimentos!”, decía la gente. Imaginemos por un momento que millones de personas no hubieran podido acceder a los alimentos a través de este circuito. Hubiera sido una catástrofe. Pero ya se ha olvidado”.
    J. Araujo

Oda a campesinos y ganaderos

En diciembre me invitó la ministra de Educación a dar una charla en la COP 25 (Conferencia de Pares) y hablando con ella le dije: “Tiene que haber una cultura rural en todo el sistema educativo, un reconocimiento del que nos está dando de comer. Y en primer lugar nos está dando a comer la natura y luego los campesinos y ganaderos.

La masificación confinada fue una demostración extraordinaria de la fragilidad humana. ¡Qué bien que hay gente trabajando la tierra y produciendo alimentos!, decía la gente. ¡Qué bien que hay transportistas y tiendas con sus cajeras! Imaginemos por un momento que millones de personas no hubieran podido acceder a los alimentos a través de este circuito. Hubiera sido una catástrofe. Pero ya se ha olvidado. Como hemos olvidado a las enfermeras y los médicos que siguen estando luchando en primera línea de la pandemia cuando deberíamos estar inaugurando monumentos como homenaje en todas las plazas de todos los pueblos. Porque si algo identifica a nuestra civilización es la ingratitud, que es la versión más contundente de lo mezquino. Pero sí, de donde procede lo esencial ha quedado un poquito más de relieve con la pandemia.

La España vaciada

El despoblamiento, la injusticia social y económica a la que está sometida toda la cultura rural, todo el sector primario, se arreglaría de un plumazo simplemente pagándole lo que hay que pagarles. Lo mismo que hablamos de salario mínimo interprofesional deberíamos hablar de pagar 5 veces más al productor para que se acabara el despoblamiento y la discriminación de del sector primario.

Hay un vínculo estrecho entre esto y la cuestión ambiental. Yo soy agricultor ecológico y lo tengo muy claro: la agricultura ecológica demanda la mitad de agua y la mitad de energía que la agricultura convencional.

Justo antes de la pandemia se hablaba mucho de dos cosas que eran muy esperanzadoras: sobre la urgencia del clima y los problemas del sector primario. Ambas cuestiones quedaron aparcadas, pero habrá que retomarlas cuanto antes.

Naturalista informado y esperanzado

Estoy informado y por la mejor fuente. Como dice uno de mis poemas, “mis fuentes son las fuentes”. A mí me informa la natura, los estados del aire, de la comunidad botánica y de la comunidad zoológica. Me informa mi huerta, mis cabras. Me informa la vida espontánea y, como soy una persona de este siglo, todo el resto de medios tecnológicos que tengo a mi alrededor. Pero mi primera fuente de información son las fuentes, ahí donde mana el agua.

Probablemente el perfil más avieso del presente es que lo que más ha progresado es la mentira y la tabla de salvación es que todo esto que a mí me rodea es verdad. Casi todo es mentira en la civilización de la comodidad y del despilfarro, y aquí todo es verdad. Porque ni la mariposa, ni la oropéndola, ni el brote del agua en el manantial, ni la nube sobre tu cabeza, pueden mentir. Y no mienten. Insisto: mis fuentes son las fuentes.

Y, ahora que no paramos de hablar de vacunas, te diré que la mejor ‘vacuna’ para esta civilización nuestra, destructora y competitiva, es la natura; es la vida. No hay que vivir contra la vida, que es lo que hace esta civilización, sino que hay que vivir con la vida. La mayor parte de nuestras delicias hay que comprarlas en un mercado. El disfrutar con la vida es gratis. Es verdad y es gratis.

Tecnología, arma de doble filo

¿Que si la tecnología puede ayudar? Sí, pero ¡cuidado! La tecnología es un arma de doble filo; una espada sin mango. La tienes que sujetar y te puede cortar. Es decir, el principal perjudicado por un uso excesivo de la tecnología puede ser tú mismo. Esto hoy día es muy conflictivo porque vivimos en la adoración de la tecnología y es muy estúpido creer que la tecnología pueda arreglar todas las situaciones.

Corregir el rumbo

Nos queda poco tiempo. Justo el tiempo que hay entre la frase más pesimista que se ha escrito nunca y la más optimista que yo conozco. La más terrible es de Susan Sontag y dice: “Hace ya mucho tiempo que es demasiado tarde”. Y la frase más bella, con la que no puedo estar más de acuerdo, es de Luther King y dice: “Si estuviera completamente seguro de que mañana se acaba el mundo, yo hoy plantaría un árbol”.

¿Por qué planta árboles?

Ese es justo el título de otro de mis poemas: Para qué planto árboles. Como voy a ser enterrado bajo un árbol, coqueteo durante todo el poema con la idea de que me voy a convertir en árbol y de que mis ‘herederos’, aquellos que vendrán después de mí, podrán seguir disfrutando de la belleza de estos paisajes. El poema concluye: “Planto árboles para los nietos de mis nietos. Planto árboles para que, cuando estéis vosotros, siga siendo bella la Belleza (…) Planto árboles para que su aliento transparente os deje ver la verdad más grande. Planto árboles, en fin, para que sea menos mortal la muerte”.

¿PARA QUÉ PLANTO ÁRBOLES?


Planto árboles para que,
cuando yo no esté, estén
los surtidores de todos los suspiros
los veneros del frescor,
otros trinos anidando en otros tímpanos.
Planto árboles para que,
cuando yo no esté
quede el color de la vida
pintando otros paisajes,
acaso todavía en calma.
Planto árboles para que,
cuando yo no esté, manen
todavía, como sudor, flores
y frutos de las frondas.
Planto árboles para que,
cuando yo no esté, los
verdes siembren todavía el descanso (…)
Planto árboles para que su
aliento transparente os deje
ver la verdad más grande.
Planto árboles, en fin,
para que sea menos mortal la muerte.

J. Araujo

El árbol más bello

Mi árbol favorito es el madroño, que algunos consideran un arbusto, pero yo tengo aquí madroños que miden 10 metros, con troncos que no los abarcan dos personas. El madroño llega a tener cinco colores en otoño. Además es muy fresco y tiene un verde absurdamente intenso y lustroso. Es fascinante porque solo hay 3 especies en la flora ibérica que florecen y dan fruto en el mismo momento del año. Sus frutos rojos son unas esferas incandescentes que conviven con unas maravillosas flores blancas. Tenemos por tanto el rojo y el blanco, el verde intenso, el naranja de la corteza y el envés de las hojas casi negro.

Es un prodigio porque puede brotar de cepa; lo cortas y vuelve a nacer; se quema y vuelve a nacer. Aguanta sequías. Cubre muy bien el terreno. Y por suerte, vivo rodeado de madroños, aunque me van a enterrar debajo de roble melojo, que junto con la encina es uno de los vetustos árboles del clima mediterráneo.

Un último mensaje

El gran invento de la naturaleza es la vida. Y la vida aprendió a cuidar de la vida. El gran invento, el mejor, de la inteligencia humana es la compasión. Ahora mismo nada hay más importante que sentir compasión por la vida. ¡Qué la vida te atalante!


Fin de la conversación. El naturalista se queda en su hábitat, listo para plantar 20 nuevos alcornoques, de los 500 que planta cada año. Tiene que darse prisa, porque la primavera acecha y los árboles se plantan en otoño e invierno.

 

 

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ROSA GALENDE
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rgalende@aecoc.es

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