
Marta Cortizas
Sumiller de El Celler de Can Roca
y Mejor Sumiller de España 2025
Cinco años le han bastado a la gallega Marta Cortizas para proclamarse la Mejor Sumiller de España. Hablamos con ella en El Celler de Can Roca, donde disfruta del “máster diario” de trabajar con Josep Roca, reconocido como el mejor sumiller del mundo, y asesorando a los clientes sobre las 8.000 referencias de vino del restaurante. Marta reivindica el patrimonio cultural del vino y apuesta por la máxima naturalidad en su elaboración. Conoce las distintas realidades de la hostelería y valora el esfuerzo de quienes están mejorando la calidad de vida de los equipos porque piensa que “esa es la clave del éxito del sector”.
A Marta Cortizas (A Coruña, 1992) le brillan los ojos no solo por su juventud sino por la pasión con la que habla del vino y de cómo ha cambiado su vida en los últimos años. “Mis padres siempre pensaron que iba a ser artista. Me licencié en Bellas Artes con muy buenas notas, hice un máster de arte contemporáneo, estuve en una galería en Londres, hice diseño de moda, teatro, danza… Y para pagar mis estudios comencé a trabajar en hostelería donde he encontrado mi lugar”. En su cambio de guión han influido su “hipersensibilidad” para detectar olores y sabores, su profunda admiración por el mundo del vino y su pareja, el cocinero Javier Alonso, que le animó a dedicarse a la sumillería y a competir porque “confía en mis posibilidades incluso más de lo que confío yo misma”, explica. Con una naturalidad arrolladora, Marta nos muestra cómo despliega su potencial y se zambulle en las oportunidades.
¡Enhorabuena! Te has convertido en la Mejor Sumiller de España en 2025. ¿Qué supone para ti este premio?
Admiro muchísimo a todos mis compañeros, cualquiera de nosotros podía ganar, por lo que por un lado fue una sorpresa, aunque también confiaba en que pudiera lograrlo. Estoy muy feliz y orgullosa de este reconocimiento e intento disfrutarlo, porque sé que este momento pasa muy rápido. Trato de disfrutar de las entrevistas, los viajes, las formaciones y las charlas, aunque sigo estudiando para los próximos retos.
¿Cuáles son estos retos? ¿Vas a participar en algún certamen internacional?
Esta profesión requiere formación continua, independientemente de los concursos. Sigo formándome como si no hubiese ganado nada, aunque con menos intensidad. El próximo certamen mundial es dentro de tres años. Quién sabe, todo puede pasar, y tengo mucho tiempo para estudiar. La competencia es altísima, pero confío en mis posibilidades. Son competiciones muy exigentes: necesitas conocer todas las variedades, regiones, tienes que saber de té, de infusiones, de quesos, de puros, de gastronomía, de actualidad, de nueva legislación… de todo. Tienes que investigar continuamente. Pero yo nunca tengo prisa, me lo planteo con tranquilidad, disfrutando del camino.
«Lo que más me gusta de mi profesión es que los clientes se vayan más contentos. Lo mismo sucede con el arte, que 'cura' el alma».
A pesar de “no tener prisa” tu carrera ha sido bastante rápida. Comenzaste a formarte hace cinco años, durante la pandemia…
Es cierto que parece que hace mucho tiempo que me dedico a esto y realmente no hace tanto. La clave está precisamente en no tener prisa porque es entonces cuando surge todo, de forma natural. Comencé a estudiar sobre vino porque me animó mi pareja, Javier Alonso. Él es cocinero desde hace 15 años. Durante la pandemia era el jefe de cocina de Eirado da Leña, en Pontevedra, con Iñaki Bretal. Vivíamos al lado del restaurante y Javi siguió yendo a cocinar durante el confinamiento. Yo probaba sus platos y le decía: “le pondría un poquito más de esto o de lo otro, pero no tengo ni idea, solo son percepciones”. Pero él me hacía caso y la mayoría de las veces funcionaba. “Tienes algo especial con los aromas y los sabores. ¿Por qué no estudias vino que siempre te ha gustado?”, me decía Javi. Es cierto que el vino siempre me ha gustado porque es geografía, historia, antropología… es cultura.
Así que comencé a estudiar en el Instituto Galego do Viño, mientras trabajaba como camarera en Casa Solla, en Poio (Pontevedra). Al acabar podía elegir el restaurante en el que haría las prácticas (Marta Cortizas fue la mejor de su promoción) y Javi me dijo: “Tienes que ir a El Celler de Can Roca”. Y no solo él, el chef Pepe Solla y Gabo, el metre de Casa Solla, también me decían que era el lugar al que tenía que ir. Lo hice y a los tres meses de prácticas, Josep Roca me contrató. Cuando me quedé, Javi vino a hacer prácticas en cocina y, como es fantástico, también le contrataron como jefe de partida. Así que aquí trabajamos juntos desde hace casi cinco años.

LAS FRASES
“Espero que el vino sea cada vez más sostenible, más ecológico, más natural y con más sentido, que sea un producto natural acompañado, pero no tratado”.
“El Celler de Can Roca es un lugar único, lleno de oportunidades y con un universo que ni trabajando aquí eres capaz de abarcar. Después de 40 años sigue adelantándose a las tendencias”.
“Para nosotros todos los días es un sábado de agosto. El restaurante está lleno todos los días, con una lista de espera de 11 meses”.
"Nuestro maridaje consta de 19 copas de vino para acompañar 35 platos, entre entrantes, principales y postres, que servimos durante cuatro horas”.
“La hostelería comienza a percibirse como una profesión más respetada gracias a gente como Josep, Joan y Jordi Roca, que han demostrado que un camarero no tiene por qué trabajar 14 horas”.