Charo Toribio, C84
CONGRESO AECOC – OCTUBRE 2020

5 generaciones han avivado, durante 150 años, la antorcha que encendieron los hermanos Jaime y Miguel Torres en 1870, cuando fundaron la bodega Casa Torres en Vilafranca del Penedès (Barcelona). En este siglo y medio, Familia Torres ha apostado por la mejora continua de sus vinos y brandis hasta consolidar su dimensión internacional. Hoy exporta el 70% de su producción y cuenta con viñedos y bodegas en Chile y California. La lucha activa contra el cambio climático y la recuperación de variedades ancestrales son los pilares sobre los que se construye su futuro a largo plazo, más allá de este año atípico que prevén cerrar con un descenso del 15% en facturación por el impacto de la pandemia en el canal horeca.

Miguel Torres Maczassek
Director general de Familia Torres

Miguel Torres

FAMILIA TORRES EN CIFRAS

  • 257 millones de euros de facturación en 2019.
  • 2.432 hectáreas de viña propia en España, Chile y EEUU (California). 2.000 ha. en España, la mitad con certificado ecológico.
  • 8 D.O.: Penedès, Conca de Barberà, Priorat, Costers del Segre, Ribera del Duero, Rioja, Rueda y Rías Baixas. El 80% de la producción es catalana.

  • 70% de exportación. Mercados principales: Reino Unido, Alemania, países nórdicos, Canadá y Rusia.
  • 1.300 colaboradores.
  • 1 millón de € invertidos en I+D+i cada año.

Miguel Torres Maczassek, director general de Familia Torres, nos concede esta entrevista junto a los viñedos de Mas La Plana, en Pacs del Penedès (Barcelona). Nos encontramos en septiembre, estamos en plena cosecha de un año extraño, también en lo climatológico: “en primavera llovió tres veces más de lo normal y en verano tuvimos episodios de calor muy intensos. Por eso, la cosecha se ha adelantado y es más reducida, aunque la calidad es excelente. Es de esas temporadas en las que se aprecia qué viticultores y bodegueros trabajan bien”, nos explica Miguel Torres, con más de 20 años de experiencia en la empresa familiar. Habla con calma, sonríe a menudo y se nota que disfruta describiendo el legado de las 4 generaciones que le precedieron. Él mismo nos guía por el Museo de la familia, dentro del restaurante El Celleret, junto a los viñedos. Paseamos entre las primeras barricas y prensas, vemos fotografías y telegramas y cómo han evolucionado las botellas de sus vinos más emblemáticos, desde Viña Sol, Coronas o Sangre de Toro hasta Milmanda o Mas La Plana y de sus brandis como Torres 10 o Jaime I.
Los denominadores comunes del museo son el amor por el vino y una proyección internacional que les ha permitido crecer a pesar de los reveses históricos, como el bombardeo que arrasó su bodega en 1939. Ahora, el impacto del Covid-19 y la incertidumbre internacional que provocan el Brexit o los aranceles de EE.UU. están entre los obstáculos inmediatos. Sin embargo,  a largo plazo, la bodega tiene claro que el cambio climático es el desafío en mayúsculas.


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EL PERFIL

Miguel Torres (Barcelona, 1974), hijo de Miguel A. Torres y Waltraud Maczassek, es licenciado en Económicas y Empresariales por la Universidad ESADE de Barcelona y por la Escuela de Negocios Kennan Flager de Carolina del Norte (EE.UU.), además de formarse en Enología por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.
Antes de incorporarse al negocio familiar, adquirió experiencia en diferentes compañías de gran consumo, entre ellas Carolina Herrera New York en el sector de perfumes. Desde su incorporación a Familia Torres ha sido director de la bodega boutique Jean Leon (2001-2004, Penedès), director de marketing de Familia Torres (2004-2009) y presidente ejecutivo de Miguel Torres Chile (2009-2012).

Charo Toribio: Sin duda, el Covid-19 lo ha cambiado todo. ¿Cómo les ha afectado a ustedes? ¿Cuáles son sus expectativas para los próximos meses?

Miguel Torres: El Covid-19 ha desencadenado una crisis global que tendrá graves consecuencias económicas en todos los sectores, todavía difíciles de calcular. Evidentemente, este año ninguna bodega tendrá mejores resultados que otros años, más bien al contrario. Las ventas se han resentido sobre todo por el cierre temporal de restaurantes y espacios de ocio (y la posterior reapertura parcial y con limitaciones) y por la caída del turismo.
Es cierto que ha crecido el consumo de vino en el hogar, alterando la tendencia de los últimos años, en los que iba bajando. Es decir, el consumo de vino en restauración siempre ha estado muy presente, pero ahora muchas familias han recuperado el hábito de tomarse una copa de vino en casa con la comida o la cena. Pero el incremento de ventas de vino en supermercados y online no ha sido ni será suficiente para compensar la caída de ventas. El canal horeca representa un 50% de nuestra facturación. Nuestras ventas en el canal alimentación han subido en línea con la tendencia del mercado y también han subido las ventas online, aunque este canal sigue siendo residual para nosotros. De hecho, nuestra previsión es cerrar el año con un descenso de la facturación de entre un 15% y un 20%.
Y creo que seguiremos notando las consecuencias de esta crisis por lo menos durante los próximos dos años. Pero necesitamos mantener el optimismo y pensar que el sector se recuperará poco a poco. Ahora tenemos que estar cerca de los restauradores, ayudarles a pasar juntos esta situación.

A pesar de estar marcado por el Covid, 2020 también es el año del 150 aniversario de Familia Torres. ¿Qué valores familiares son constantes en este siglo y medio?

El primer valor es mantener una visión a largo plazo, fundamental en el sector del vino. Aquí no existe el camino corto. Todas las decisiones se toman pensando a largo plazo: desde plantar al viñedo hasta el modo de envejecer los vinos. Por eso, nuestro carácter de empresa familiar hace que nuestro modelo de negocio sea muy adecuado para el mundo del vino.
El segundo valor clave es el enfoque a la calidad. Todas las generaciones han mejorado la calidad y esta mejora continua es la clave de nuestra diferenciación. Desde que mis tatarabuelos Jaime y Miguel Torres transformaron las viñas familiares, que nuestra familia había cultivado desde hacía más 4 siglos, en una empresa exportadora de nuestros vinos a Cuba, en 1870, cada generación ha aportado mejoras continuas. Mi bisabuelo, Jaime Torres fue pionero en la destilación de brandy. Más adelante mi abuelo fue el primero en embotellar vino en Cataluña, como ya se hacía con los vinos de Burdeos. Así, facilitó la internacionalización de la bodega y empezó a viajar por todo el mundo con una botella de nuestros vinos ‘bajo el brazo’.
La siguiente generación, mi padre, estudió en Dijon (Francia) y aportó su conocimiento para mejorar la calidad de los vinos en los años 70 y 80, aplicando tecnología. Se centró en vinos de fincas particulares, como sucedió aquí en Mas La Plana, donde cultivó Cabernet Sauvignon. De hecho, con el vino Mas La Plana 1970 ganó las “Olimpiadas del Vino de París” en 1979, venciendo a los vinos franceses en una cata a ciegas y logrando el reconocimiento internacional.
Mi hermana Mireia y yo, la quinta generación, nos hemos marcado como hito recuperar el patrimonio histórico de la viticultura catalana. Queremos que Torres se convierta en un mosaico de grandes vinos, vinculados a lugares históricos y singulares. Hace años que estamos recuperando variedades locales y sobre todo ancestrales, que se perdieron con la plaga de la filoxera de finales del siglo XIX. Es una viticultura heroica que estamos desarrollando en el Priorat y el Penedès.

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  • “Estamos plantando a 750 m., en el Priorat, y en pendiente, lo que nos obliga a labrar a mano. Es viticultura heroica”, afirma Miguel Torres. La finca de la fotografía es Els Tossals de Porrera, donde experimentan los límites de maduración de las viariedades, pensando en el cambio climático”.

¿Por qué es “heroica”?

Porque implica volver a la viticultura previa a la industrialización, previa al tractor. Por ejemplo, estamos plantando viñas en la montaña más alta del Priorat, a 750 m. de altura. Y está todo plantado en pendiente, sin ‘terrazas’. Estas condiciones nos obligan a labrar la viña a mano, sin tecnología. Por eso hemos comenzado con producciones muy reducidas, pero de una calidad fuera de serie. Estamos preservando la historia de la zona. Y es que el vino recoge la historia de la tierra donde se cultiva. La personalidad y el sabor de cada vino depende de dónde se cultiva, del terroir, basado en cuatro pilares: las cepas, los suelos, el clima y las personas.

¿Cómo ha evolucionado el origen geográfico de sus vinos?

Siempre hemos estado muy arraigados en Cataluña. En torno al 80% de nuestra producción es catalana, proviene del Penedès, el Priorat, Costers del Segre y la Conca de Barberà, denominaciones cercanas a Vilafranca del Penedès, nuestra sede.
Fuera de Cataluña contamos con bodegas y viñedos en otras denominaciones de origen como La Rioja, Ribera del Duero, Rueda y Rías Baixas. Y fuera de España contamos con viñedos en Chile, donde en 1979 fuimos la primera bodega extranjera en establecerse allí y hoy contamos con más de 400 hectáreas de viñedos, y California, en el Russian River Valley, donde mi tía, Marimar Torres, dirige la bodega Marimar Estate desde 1986, con 32 hectáreas de viticultura ecológica.

Covid-19. El incremento de ventas de vino en supermercados y online no ha sido ni será suficiente para compensar la caída de horeca.

¿Qué papel juega la investigación en Familia Torres?

Estamos entre las bodegas europeas que más invierten en I+D, en torno a un millón de euros al año. Mi hermana Mireia está centrada al 100% en la investigación y su principal proyecto es el de las variedades ancestrales, con el que ya hemos recuperado más de 50.
Otro de los campos que abarcamos desde la I+D es el aislamiento de las levaduras autóctonas de nuestros viñedos. Esto nos permitirá fermentar los vinos con la propia levadura de cada viñedo, logrando diferenciación y autenticidad. Es un proyecto muy lento que implica identificar entre cientos de levaduras de cada viñedo, cuáles ofrecen la fermentación que buscamos. En las variedades ancestrales pasa lo mismo, requieren un seguimiento continuo y a largo plazo. Hacer vino un año no significa nada, tienes que hacerlo por lo menos cinco o seis años para entender sus propiedades y su envejecimiento.

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  • I+D. “Estamos entre las bodegas europeas que más invierten en I+D, en torno a un millón de euros al año”, explica Miguel Torres. En la imagen una muestra de las investigaciones realizadas para recuperar variedades ancestrales.

CAMBIO CLIMÁTICO

Ustedes, los miembros de Familia Torres, se declaran “guardianes de la tierra durante cinco generaciones”. ¿Con qué medidas comenzaron a cuidar la tierra?

Mi abuelo siempre decía que cuanto más cuidamos la tierra, mejor vino producimos. Él fue el primero que se negó a utilizar los insecticidas y pesticidas que se utilizaban en todos los viñedos del mundo en su época, a principios del siglo XX. Y las siguientes generaciones hemos mantenido esta búsqueda de una agricultura cada vez más sostenible.
Como familia que vivimos de esta tierra, nuestra prioridad debe ser mitigar en lo posible los efectos del cambio climático. La vid es muy sensible a los cambios de temperatura y a finales de este siglo la temperatura habrá subido entre 4º y 5º de media, según las predicciones del Intergovernmental Panel for the Climate Change (IPCC). Mi padre, en 2008, ya puso en marcha un gran proyecto, Torres & Earth, para luchar contra el cambio climático que es, sin duda, el reto más importante al que se ha enfrentado nunca el vino, más que la crisis de la filoxera del siglo XIX.

¿Y qué acciones están llevando a cabo actualmente para luchar contra el cambio climático?

Seguimos impulsando y ampliando el programa Torres & Earth, centrado en reducir nuestra huella de carbono. Ya hemos reducido en un 30% –entre 2008 y 2019, un año antes de lo previsto– las emisiones de CO2 por botella producida, desde el viñedo hasta el consumidor. Nuestra siguiente meta es reducir las emisiones en un 55% en los próximos 10 años. Para lograrlo apostamos por proyectos de autogeneración de energía renovable como placas fotovoltaicas, geotermia o calderas de biomasa, con las que obtenemos energía a partir de los restos de la poda, y premiamos a nuestros proveedores cuando reducen su huella de carbono. No sirve de nada que nosotros reduzcamos emisiones si no lo hacen también nuestros proveedores.
También aplicamos todo tipo de medidas para mejorar nuestra eficiencia energética y reducir el consumo de recursos. Por ejemplo, hemos aligerado el peso de nuestras botellas, incluso en las ediciones premium. El vino no es ni mejor ni peor por llevar una botella más pesada.
Y otra medida que estamos aplicando es fomentar la biodiversidad en nuestros viñedos, con corredores biológicos, rebaños de ovejas, nidos para la recuperación de aves, insectarios… La viticultura orgánica necesita equilibrio y cuanta más biodiversidad haya en el entorno, más equilibrio y más calidad de vino.

Viticultura ancestral. Nos ofrece soluciones a los nuevos retos climáticos.

¿Cómo afecta el cambio climático al cultivo de sus viñedos?

La adaptación del viñedo pasa por cultivar a cotas más altas porque cada 100 metros de altura, la temperatura baja casi 1ºC. Ya tenemos viñedos relevantes en el Prepirineo, a 950 metros, donde hemos plantado Pirene, una variedad ancestral, y como comentaba lo estamos haciendo en el Priorat, donde estamos plantando la viña sobre suelos de llicorella más alta de esta región, a 750 m. de altura. Y ha sido una sorpresa fantástica comprobar cómo estas variedades ancestrales se adaptan al cambio climático. Son muy resistentes a la sequía y a las altas temperaturas, maduran muy tarde, son más ácidas y frescas y tienen menos alcohol, lo que es ideal para contrarrestar los efectos del cambio climático en el vino. La viticultura ancestral nos ofrece soluciones a los nuevos retos climáticos. Por eso queremos que estas variedades den los futuros vinos de Familia Torres.

Museo Torres

150 AÑOS. EL MUSEO

  • La Familia Torres ha reunido las huellas de sus 150 años de historia en un museo, junto al Jardín Restaurante El Celleret, en el viñedo Mas La Plana (Pacs del Penedès, Barcelona).
  • En la entrada al museo encontramos el Renault 4/4 con el que Miguel Torres Carbó (3ª generación) recorría Francia, llevando los vinos Torres a los restaurantes con Estrella Michelin.
  • Otro de los ‘tesoros” del museo son las barricas de los primeros envíos a La Habana de 1870, en las que ya aparecían las tres torres del logo de Familia Torres. El motivo es que el escudo de La Habana tiene estas tres torres y en aquella época las exportaciones llevaban el escudo de la ciudad de destino. Y las primeras barricas llegaron a la capital cubana porque Jaime Torres, co-fundador de la empresa, viajó a esta colonia española a hacer fortuna, antes de volver a reunirse con su hermano mayor Miguel, que heredó las viñas familiares del Penedès. Jaime y Miguel transformaron la herencia familiar en la empresa Casa Torres y Compañía, desde la que comenzaron a exportar sus vinos a La Habana.
  • En otro punto del museo, ante las primeras botellas exportadas a Estados Unidos, Miguel Torres nos explica que su abuelo mostró “una aguda visión comercial. Cuando en la Segunda Guerra Mundial, Francia estaba ocupada por Alemania y no podía exportar vino, comenzó a etiquetarlos como versiones españolas de los vinos franceses. Por ejemplo, etiquetó el Viña Sol como el “Spanish Chablis”.

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Mirando a ese futuro desde la perspectiva climática, ¿es usted optimista? ¿Podremos revertir el cambio climático o nos tendremos que adaptar?

En este aspecto suelo discutir con mi padre. Él es más pesimista, y valoro su opinión porque está basada en una experiencia muy amplia, pero yo, quizás por ser más joven, soy más optimista. Y para lograrlo está claro que tenemos que cambiar nuestros hábitos, de forma importante. Todos sabemos que esta lucha va mucho más allá de la Unión Europea, de los Estados o los gobiernos autonómicos. Depende de nuestras elecciones como consumidores. Tenemos que conocer mejor qué compramos, reducir el exceso de plásticos, evitar los productos que requieren un transporte innecesario, como pasa por ejemplo con algunas frutas y vegetales con las que tenemos un producto local con una calidad fantástica. Tenemos que ser más conscientes de nuestras decisiones. Por ejemplo, la mayoría de los coches que utilizamos en nuestras bodegas son eléctricos o híbridos. Yo también utilizo un coche eléctrico y estoy encantado con el cambio. Y hoy una buena parte de la población puede hacer este cambio. Si nos concienciamos los ciudadanos, los políticos también se concienciarán y lograremos un cambio global.

Cambio climático. Como familia que vive de la tierra, nuestra prioridad es mitigar el cambio climático.

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Dentro de este cambio global, Familia Torres ha puesto en marcha International Wineries for Climate Action. ¿Cuál es su objetivo?

El objetivo es descarbonizar el sector del vino. Con esta idea en 2019 cofundamos esta asociación junto a la bodega californiana Jackson Family Wines. Hemos determinado requisitos medioambientales muy ambiciosos que deben cumplir las empresas que formen parte de la entidad. Ya contamos con una larga lista de bodegas que quieren incorporarse y que están reduciendo. Nuestro objetivo es que los consumidores sepan qué bodegas se están esforzando, realmente, en esta lucha. El gran reto de las empresas pasa por transmitir información clara, que se entienda, sobre qué están haciendo en favor de la sostenibilidad.

MERCADO INTERNACIONAL

Usted dirigió Miguel Torres Chile, entre 2009-2012. Allí ya se centró en la sostenibilidad, la viticultura orgánica y el comercio justo. ¿Qué destacaría de su experiencia en Chile?

La época que viví en Chile fue especialmente enriquecedora y me siento muy vinculado a ese país. Además, dos de mis hijos nacieron allí. Cuando llegué a Chile con mi familia, para dirigir la bodega me encontré con una viticultura muy diferente. Comprobé que no le daban valor a las viñas viejas, cuando para nosotros una viña vieja es un tesoro. Recuerdo que encontrábamos abandonadas cepas de la variedad país, que llevaron los españoles hace más de 400 años. Nosotros recuperamos esta variedad y hoy es el buque insignia de las variedades autóctonas chilenas. De hecho, con la variedad país conseguimos el premio al mejor vino espumoso de Chile. Recuerdo visitar de nuevo a unos viticultores que nos vendieron las primeras uvas de cepa país. Fue muy gratificante ver cómo mejoraron sus condiciones de vida. Además, estando en Chile sufrimos el grave terremoto de 2010, que destruyó parcialmente la bodega. Fue muy, muy duro, pero también nos brindó la oportunidad de trabajar mano a mano en la reconstrucción de la bodega y de las casas de nuestros colaboradores, conocer mejor a nuestros viticultores y buscar soluciones juntos. A partir de aquella experiencia vi que era necesario fomentar el comercio justo porque en este territorio vitivinícola las personas necesitan protección para que el beneficio de la producción del vino mejore sus condiciones de vida. Gracias a las acciones de comercio justo, hemos puesto en marcha proyectos que van desde llevar más médicos al campo, a comprar ordenadores, hacer campos de fútbol… estamos muy orgullosos de haber contribuido a beneficiar en lo posible a las comunidades.

Más local. Tenemos que evitar productos que requieren transporte innecesario. Por ejemplo, tenemos frutas y hortalizas locales fantásticas.

Hoy los vinos y brandis de Familia Torres están presentes en 150 países. ¿Qué peso tienen las exportaciones y cuáles son sus mercados principales?

Exportamos un 70% de nuestra producción. Y nuestros mercados principales están en Europa, que tradicionalmente siempre ha entendido muy bien nuestros vinos. Somos fuertes sobre todo en el mercado inglés, alemán, en los países escandinavos, y ahora estamos creciendo especialmente en Asia y Rusia. De hecho, Rusia es uno de los países en los que más estamos creciendo en los últimos años. Canadá es otro de nuestros mercados básicos. Y Estados Unidos es una de nuestras asignaturas pendientes, que tenemos que trabajar mejor. Ya de por sí es complejo por su sistema de distribución de tres niveles, con diversas regulaciones internas. Además, aunque tenemos un buen equipo en este país y contamos con nuevos distribuidores especializados, pero la política de aranceles de Trump ya está impactando en nuestras ventas.

Otro disruptor internacional es el Brexit. ¿Cómo les puede impactar?

El Reino Unido es nuestro principal mercado internacional de vino. Hasta ahora no hemos notado ningún impacto del Brexit, más bien al contrario; en el canal off trade registramos crecimientos de doble dígito en nuestras ventas. Pero estamos ante una situación muy incierta. Nadie sabe exactamente qué cambios se producirán, puede variar la regulación en cuanto a certificaciones, etiquetajes y aranceles. En concreto, el impacto de los aranceles puede ser importante para el vino español ya que repercutirán en el precio de venta al público y eso hará que caigan las ventas porque es posible que el consumidor acabe decantándose por vinos no europeos, por ejemplo de Australia, Chile o Nueva Zelanda, muy relevantes en el mercado británico. De todos modos, no hay que olvidar que el Reino Unido importa muchos productos europeos y esto puede provocar una inflación elevada en el país a corto plazo que afecte a todo el consumo.

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  • Nuevas añadas de ‘Antología’. Familia Torres presentó en septiembre las nuevas añadas de sus viñedos más emblemáticos procedentes de fincas propias: Milmanda 2017, Mas La Plana 2016, Reserva Real 2016, Grans Muralles 2016 y Mas de la Rosa 2017.

Su padre, Miguel A. Torres, fue uno de los fundadores de la Primum Familiae Vini, que reúne a las 12 familias de bodegueros más prestigiosas y centenarias de Europa (de España están Familia Torres y Vega Sicilia). ¿Qué sinergias genera esta asociación internacional?

Formar parte de Primum Familiae Vini nos ayuda a defender los valores familiares en el mundo del vino. Cada vez más este sector está siendo controlado por grandes corporaciones, muchas veces financieras, que pierden el foco en la calidad a largo plazo, en la preservación del territorio que puede tener una empresa familiar. Queremos reivindicar el papel de las bodegas familiares. Además, es muy reconfortante compartir experiencias con 11 familias, muchas de ellas también con más de cinco generaciones, que han pasado por momentos mejores y peores. La relación con la familia también se debe trabajar y entender.

Rusia. Es uno de los países en los que más estamos creciendo en los últimos años.

A largo plazo, ¿cuáles son los proyectos que centrarán la actividad de Familia Torres?

Tenemos dos proyectos clave en el punto de mira: la recuperación de variedades ancestrales y la lucha contra el cambio climático. Uno de los sueños que nos gustaría cumplir en los próximos 30 años es que nuestras emisiones sean próximas a cero, queremos ser una bodega totalmente autosuficiente y autosostenible, basada en energías 100% limpias.
Y, por otro lado, esperamos que nuestros proyectos de recuperación de la viticultura tradicional sean entendidos y valorados. Por el momento hemos lanzado al mercado una producción reducida de Forcada, una variedad ancestral blanca, sobre todo dirigida a coleccionistas. Pero queremos crear nuevos viñedos para estas variedades y lograr que lleguen a más gente.

Usted es la quinta generación familiar. Quizá es pronto para plantear la sexta… ¿pero le gustaría que sus hijos tomaran el relevo?

Los hijos de mi hermana son más mayores que los míos, hay que preguntarle a ella…(ríe). Los míos tienen 8, 10 y 12 años. Lo que puedo decir es que todos los años, entre septiembre y octubre, mis hijos y yo hacemos vino aquí, en Mas La Plana, y lo disfrutan mucho. Mi objetivo es que conozcan el mundo del vino. Luego ya decidirán si les gusta más o menos, pero mi responsabilidad es que lo conozcan.
Pienso que formar parte de una empresa familiar es como llevar una antorcha para pasar el testigo, es tener la certeza y la ilusión de que lo que estamos haciendo hoy tendrá trascendencia en las próximas generaciones.

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