Charo Toribio, C84
FEBRERO 2021

A Pere Fullana le gusta ‘dar caña’. Él mismo lo reconoce cuando afirma que “con todo lo que se puede hacer, se ha hecho poco en gran consumo”. El director de la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF afirma que la reciclabilidad de los envases sigue teniendo un amplio margen de mejora y que la prioridad en sostenibilidad debe ser evitar el desperdicio alimentario, con la estrategia y con el material que mejor lo consiga. Hablamos con él también sobre el reto energético, los motores para combatir el cambio climático y las tres R que sintetizan sus planteamientos: rechazar, repensar y renovar.

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Pere Fullana
Director de la Cátedra de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF

PERE FULLANA

  • Doctor en Ingeniería Industrial e Ingeniero Químico IQS.
  • Profesor Catedrático en Gestión de la Sostenibilidad en ESCI-UPF
  • Miembro, Grupo Asesor Científico-Académico de AECOC para analizar el futuro de los envases en gran consumo.
  • Miembro, Comité Científico de la Cátedra Mercadona UPF-BSM de Economía Circular.
  • Portavoz de las Universidades en la clausura de la COP 25 (Madrid, 2019).
  • Premios: Medio Ambiente (Generalitat de Catalunya 2008); Mejor trabajo científico (Intern. Soc. for Industrial Ecology, LCM 2009); Mejor presentación ACV en alimentación (Springer LCAFood 2018); Mejor proyecto ODS12 (UN Global Compact go!ODS Spain 2020)

Sin “absolutismos”. Así concibe la sostenibilidad el investigador Pere Fullana. Huye de los dogmas y analiza al detalle las particularidades de cada caso. Lo hace a través del Análisis de Ciclo de Vida (ACV), una técnica que evalúa el impacto ambiental en todas las fases de la vida de un producto, servicio o tecnología. Fullana introdujo esta técnica en España hace cerca de 30 años. “Durante mucho tiempo yo era el ‘loco’ del ACV en España…Hoy te lo encuentras en la sopa, literal, hay ACVs de cualquier producto”. Con este tipo de metáforas aterriza sus explicaciones académicas. Desde hace 10 años dirige la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF, un grupo de 11 investigadores internacionales centrado en intercambiar conocimientos de Ciclo de Vida y en cómo aplicarlo para prevenir el cambio climático. Entre las últimas propuestas de proyectos europeos que ha presentado se encuentran la fabricación de hidrógeno verde como combustible y nuevos sistemas de refrigeración en África.

Charo Toribio: La pandemia lo ha alterado todo. A escala medioambiental, ¿qué aprendizajes nos ha dejado? ¿Ha sido un paso hacia adelante o hacia atrás en el desarrollo sostenible?

Pere Fullana: Nos ha despistado un poco. Tras el gran ímpetu que alcanzamos en las últimas Cumbres del Clima (COP), con el Acuerdo de París, el aumento del activismo con referentes como Greta Thunberg, Al Gore… mucha gente se había puesto en marcha y parecía que esta concienciación se paraba con la pandemia. Pero no ha sido así, sigue tan fuerte como antes. Hemos comprobado que sabemos diferenciar una crisis de salud de una crisis climática y que sabemos que estamos sufriendo las dos a la vez.
Es más, durante la pandemia hemos aprendido que sí que podemos actuar. Hemos visto que provocamos el impacto ambiental. Con el descenso de nuestra actividad ha disminuido la contaminación en las ciudades, el smog, y gracias a eso también han disminuido las enfermedades pulmonares y cardiovasculares. Y hemos visto especies de animales cerca de las poblaciones, donde nunca las habíamos visto. Han bajado las emisiones de CO2, las emisiones acidificantes, la eutrofización de las aguas… La mejora ambiental ha sido tan sustancial y tan evidente que vemos clarísimamente el efecto que provoca cambiar nuestros hábitos de producción y consumo.

“Hemos comprobado que sabemos diferenciar una crisis de salud de una crisis climática. Y sabemos que estamos sufriendo las dos a la vez.”

Si nos centramos en el sector empresarial, ¿cuáles son los desafíos más inmediatos a los que se tiene que hacer frente para luchar contra el cambio climático?

Las empresas saben que deben actuar. La cuestión es que decidan por dónde es más crítico comenzar a hacerlo en cada caso. El primer paso imprescindible es medir en qué punto medioambiental están. Si sus propuestas de mejora medioambiental no se basan en un análisis profundo de toda su actividad, puede que no consigan los objetivos previstos a largo plazo. Por eso necesitan evaluar con herramientas rigurosas y datos de calidad donde están sus impactos ambientales más altos. Todos tenemos impacto ambiental, la cuestión es identificar los más críticos y comenzar por ahí.

Soluciones adaptadas. No hay materiales buenos o malos. Hay diferentes aplicaciones y en cada una será más adecuada una solución con un material o con otro.

¿Cómo se realiza este análisis completo?

Cada impacto se mide con una herramienta. Por ejemplo, la huella de carbono mide el impacto en el cambio climático; la circularidad evalúa el impacto del consumo de recursos; si nuestra empresa consume mucha agua, debemos determinar la huella hídrica… Pero si no sabemos exactamente cuál es nuestro impacto ambiental más grande, lo mejor es aplicar un Análisis de Ciclo de Vida (ACV), que dibuja un mapa completo que superpone la huella de carbono, la huella hídrica, la toxicidad, el uso de materiales no renovables…integrando todos los impactos ambientales asociados a un producto, servicio o tecnología. Lo más importante de este ACV es que identifica los posibles efectos rebote que se pueden dar si la reducción del impacto ambiental en una de las etapas aumenta el impacto en otra.

¿Puede darnos algún ejemplo de estos efectos rebote en gran consumo?

Por ejemplo, si reducimos el grosor de un envase de yogur, podemos pensar que estamos disminuyendo su impacto ambiental. Pero no siempre es así. Puede pasar que si reducimos demasiada cantidad de material acabe por romperse uno de los yogures y se eche a perder un pack de 8. El impacto ambiental de desperdiciar esos 8 yogures es mucho mayor que el impacto ambiental que se ha reducido bajando el grosor del envase.
Otro ejemplo es el de la reutilización de las botellas de vidrio en el sector vinícola. Funciona bien hasta que la distancia de recuperación de la botella usada es tan grande que no vale la pena, porque el impacto ambiental del transporte de retorno de la botella es más grande que fabricar una botella nueva y reciclar la usada. Por tanto, podemos estar aplicando mejoras y fijándonos objetivos, de buena fe, que estén incrementando el impacto en otra fase del ciclo de vida. Estaríamos desvistiendo un santo para vestir otro. Por eso, necesitamos analizar el ciclo de vida completo. Y cada caso es distinto, necesitamos analizar los diferentes parámetros para saber hasta dónde puedo mejorar mi producto a través de la reducción de material, la reutilización, etc. Depende, no hay principios escritos en sangre.

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3 NUEVAS ‘R’: RECHAZAR, REPENSAR Y RENOVAR

  • Rechazar. Hay que saber decir que no al consumismo que no aporte valor. Tal vez implica gastar la misma cantidad de dinero pero con productos que realmente reflejan su coste.
  • Repensar. Debemos plantearnos: ¿puedo hacerlo mejor para reducir el impacto ambiental?
  • Renovar. Necesitamos materiales y energía renovables. Solo así lograremos subsistir como especie.

¿En qué aspectos han logrado los mayores avances medioambientales las compañías de gran consumo? ¿Y dónde necesitan pisar más el acelerador?

La cadena agroalimentaria es de los sectores más contaminantes que hay, sino el que más. Por tanto, es de los que más oportunidades tiene para mejorar. De hecho, tiene un papel clave para ayudarnos a revertir el cambio climático.
Valoro los avances logrados, pero me gusta ‘dar caña’. Con todo lo que se puede hacer, se ha hecho poco. Hay que felicitar a cadenas de distribución, a grandes empresas alimentarias por lo que han hecho. Pero pueden hacer mucho más. Es decir, se ha actuado sobre todo en aquellos aspectos de los que más se habla, por ejemplo, en los envases. Pero se ha hecho poco sobre el contenido de esos envases, sobre los productos. Y se ha hecho poco en la cadena de distribución. Una gran empresa de distribución tiene un alto impacto ambiental, lo sabe y actúa en aspectos como la logística, el consumo energético, etc. Pero lo mejor que pueden hacer es formar a sus proveedores y exigirles mejoras, eso es 1.000 veces más importante que lo que hagan los distribuidores en sus instalaciones. Y tienen poder para hacerlo. Igual que tienen poder para exigir precio, pueden exigir mejoras ambientales: formar y después obligar a esas empresas a hacerlo mejor. Hasta ahora los distribuidores han mejorado mucho de puertas adentro; ahora falta hacerlo de puertas afuera.
Y un aspecto en el que tienen que mejorar especialmente es la reciclabilidad de los envases. Algunas empresas han empezado a exigir esa reciclabilidad, pero los métodos que utilizan son poco rigurosos y me espanta ver en los lineales una serie de envases que anuncian que son 100% reciclables cuando no lo son. Es mentira y me da coraje porque si el consumidor no tiene la suficiente cultura ambiental se lo va a creer cuando en realidad compran un envase que es un 40% reciclable, como sucede en algunos casos. Por ejemplo, si un envase plástico tiene una etiqueta demasiado grande que no permite distinguir el material, ya no se puede clasificar, tampoco si es demasiado pequeño o si tiene tintas muy oscuras…. Pero si decimos que es 100% reciclable, ¿a quién le importa mejorar, si ya no puedo ser mejor? No es cierto, claro que puedes mejorar. Si en tu envase el tapón no tiene el mismo material que la botella, ¿cómo va a ser reciclable al 100% si ese tapón se pierde?, ¿si esas tintas no se reciclan, si la etiqueta tampoco se recicla? Hay un margen amplísimo de mejora a través del ecodiseño. No puede ser que el diseño de un envase limite su reciclabilidad.

En los últimos años se ha ‘demonizado’ el uso de los envases de plástico. ¿Cree que está justificada esta mala imagen?

Me niego a decir que el plástico es malo. El plástico es fantástico. Hay tecnologías extraordinarias de plástico que nos facilitan la vida y reducen el impacto ambiental, aunque es cierto que no siempre es así. Volviendo a la pandemia, el plástico nos ha ayudado mucho, tanto en el abastecimiento de alimentación como en el ámbito sanitario. Habríamos vivido esta crisis mucho peor sin plástico, incluido el de un solo uso en el ámbito sanitario. Es cierto que ha habido más envase y más plástico. Pero sin ese envase y ese plástico lo habríamos pasado muy mal como sociedad. ¿Entonces por qué tenemos la sensación de que no lo hemos hecho bien? Porque no nos había pasado nunca algo igual. Combatirla sin experiencia previa ha provocado errores, pero si llega una nueva pandemia en los próximos años, lo haremos mucho mejor. Por tanto, hay una serie de circunstancias que hacen que el plástico no sea tan favorable, pero siempre hay parámetros que nos dan un “depende”. No hay materiales buenos o malos. Hay diferentes aplicaciones y en cada una de ellas será más adecuada una solución con un material o con otro. No hay nada absoluto.

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LAS FRASES

  • “La cadena agroalimentaria es de los sectores más contaminantes que hay, sino el que más. Por tanto, es de los que más oportunidades tiene para mejorar”.
  • “Las empresas saben que deben actuar. Y el primer paso imprescindible es medir en qué punto medioambiental están”.
  • “Hasta ahora los distribuidores han mejorado mucho de puertas adentro; ahora falta hacerlo de puertas afuera”.
  • “Me espanta ver envases que anuncian que son 100% reciclables cuando en realidad no lo son. Hay un margen amplísimo de mejora en la reciclabilidad a través del ecodiseño”.
  • “Es cierto que ha habido más envase y más plástico durante la pandemia. Pero sin ese envase y ese plástico lo habríamos pasado muy mal como sociedad”.
  • “Solo subsistiremos si somos como el resto de especies, que utilizan materia y energías renovables”.

A pesar de que no haya nada absoluto, ¿hay alguna estrategia general para mejorar la sostenibilidad de los envases en gran consumo?

Lo más importante es aplicar todas aquellas estrategias que favorezcan que el producto se conserve mejor, la opción que lo consiga es la más sostenible, normalmente. No por el envase en sí, sino por el sistema envase/producto en su conjunto. Debemos tener en cuenta que el impacto ambiental de producir un alimento es diez veces mayor que el impacto del envase y por eso serán bienvenidos todos los avances que eviten que se estropee. En realidad, el envase es un elemento de reducción del impacto ambiental. Es así, lo defiendo donde sea. Ahora bien, podemos reducir más o menos. El diseño será mejor cuanto menor sea el impacto del producto y también del envase. Pero lo más importante es evitar el desperdicio, que además genera un residuo orgánico que hay que tratar. Hay que evitar que se desperdicie un producto porque el envase no ha cumplido su función protectora. Cuanta más protección, menor impacto ambiental.

La normativa europea exige que en 2030 todos los envases sean reciclables, reutilizables o compostables. ¿Qué le parece que se exijan estos criterios?

Es cierto que hay que exigir, porque el mercado no ha aprendido a autoregularse solo. Pero no me gustan los absolutismos. Es decir, ¿te imaginas un envase para transportar sangre que sea compostable? ¿Reutilizable? ¿O reciclable? Lo llevo al extremo para mostrar que no siempre se puede cumplir. En general, sí, todo debería tener un circuito cerrado, pero habrá algunas ocasiones en que no será posible lograrlo.
Y lograr el máximo de envases reciclables, reutilizables o compostables dependerá, de nuevo, sobre todo de la distribución, de que lo exijan a las empresas que quieran poner sus productos en sus lineales. Es cierto que ya han empezado a actuar, algunos más que otros, pero todavía falta camino por recorrer.

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  • Electricidad a partir de mareas. “En varios puertos ya se han instalado sistemas que transforman el movimiento del agua en electricidad para abastecer todos los servicios. Esta es una de las miles de ideas asombrosas en las que invertir”, asegura Fullana.

Reducir, reutilizar y reciclar son las tres ‘R’ clásicas en sostenibilidad. Pero usted propone tres nuevas: rechazar, repensar y renovar. ¿Considera que las anteriores ya están superadas?

A veces te encuentras con sorpresas aplicando las clásicas tres ‘R’. Por ejemplo, hicimos un proyecto con Iberia, Gate Gourmet, Ferrovial y Ecoembes sobre el catering y los cubiertos de plástico en los aviones, a raíz de la directiva de plásticos de un solo uso. Y nuestro estudio concluyó que la mejor opción son los cubiertos de plástico, más que los de metal reutilizables o los de bambú, y con diferencia, porque prima el peso que se debe cargar en el avión. Por tanto, no siempre son aplicables las tres ‘R’ y necesitamos otras más radicales.
Por eso hablo de rechazar, repensar y renovar. Rechazar es saber decir que no, aunque es difícil, pero tenemos que saber decir que no al tabaco, por ejemplo, ¿para qué sirve? O saber decir que no a pedir tres platos si luego solo me como uno o tres medios… Saber decir que no a comprarle tres juguetes a mi hijo cuando lo que quiere es uno y a su padre jugando con él. Es decir, es rechazar lo que implique consumismo sin sentido. Tal vez implica gastar el mismo dinero pero en productos que realmente reflejan su coste, que no se dejan coste en China o Pakistán a base de intoxicar a las personas.
La segunda R es repensar, que implica analizar qué estamos haciendo ahora y plantearnos: ¿puedo hacerlo mejor? Es darnos cuenta de que podemos actuar de otra manera y reducir impacto ambiental. Por ejemplo, ¿necesito tanta cantidad de pasta de dientes? ¿O necesito tantos minutos de ducha?
Y la última, renovar, significa que necesitamos usar materiales y energía renovables. Como humanidad subsistiremos si somos como las otras especies, que solo utilizan materia y energías renovables. Si no, no lo vamos a lograr. Por tanto, es fundamental potenciar combustibles y energías renovables, mientras que un ACV no diga lo contrario, que también puede pasar.

Es 10 veces mayor el impacto ambiental de producir un alimento que el del envase. Por eso serán bienvenidos todos los avances que eviten que se estropee.

A la hora de rechazar y repensar nos daba ejemplos del ámbito doméstico, ¿pero con qué estrategias pueden aplicar estas ‘R’ las empresas de gran consumo?

Es más importante que las empresas apliquen estas estrategias que hacerlo a escala individual. Cuanto más grande eres, más grande es tu responsabilidad. Y, normalmente, cuanto más grande eres usas más materia y energía y generas más impacto ambiental.
Pero en los puestos directivos de las empresas hay gente muy inteligente. Y si le preguntas a una persona inteligente qué significa estar muerto, sabe que significa dejar de pensar. Por tanto, mientras estamos vivos tenemos que pensar. Y es fundamental que las empresas piensen ¿qué puedo hacer mejor?, ¿qué puedo cambiar para que el medio ambiente sufra menos por mi causa?

El reto energético es cada vez más acuciante, nos acercamos al agotamiento de recursos fósiles. ¿Qué estrategias son imprescindibles para contrarrestarlo?

Necesitamos una estrategia triple: reducir al máximo el consumo de recursos energéticos a todos los niveles; aumentar la eficiencia, en producción y en consumo; y producir energías renovables. Necesitamos invertir y avanzar en las tres, a partes iguales, no puede cojear ninguna.
Hoy ya no tiene sentido financiar energías que no sean renovables. Avanzamos hacia un escenario en el que toda la energía consumida prácticamente será eléctrica y debe generarse a partir de fuentes renovables tan eficientes como la eólica o la fotovoltaica. Pero también hay que invertir en otras incipientes, como las mareas, por ejemplo. En varios puertos ya se han instalado sistemas que transforman el movimiento del agua en electricidad para abastecer todos los servicios, las grúas, la iluminación… El siguiente paso debería ser invertir e instalarlas en todos los puertos del mundo y extrapolarla a otros sectores, a otras empresas.
Otro ejemplo lo he visto en India, donde un canal de agua para riego y consumo, de 20 metros de ancho y de 3,6 km de largo –repito, está en India…–, lo han cubierto con placas fotovoltaicas. Además de generar electricidad, se evapora menos agua, por tanto, es más eficiente. Podríamos aplicar algo parecido al enorme espacio de las autopistas, por ejemplo. Hay miles de ideas asombrosas en las que invertir.

Estrategia triple. Necesitamos reducir al máximo el consumo de recursos energéticos; aumentar la eficiencia en producción y consumo; y producir energías renovables.

¿Y qué opina de la aplicación de hidrógeno verde como combustible para transporte por carretera?

Es una opción sostenible. De hecho, desde mi grupo de investigación hemos colaborado en una propuesta de hidrógeno verde al European Green Deal. El hidrógeno como combustible también tiene origen eléctrico porque se obtiene por electrólisis, con electricidad que proviene de energías renovables. Por tanto, es indiferente que la energía empleada sea eléctrica directamente o que sea hidrógeno fabricado con energía eléctrica renovable. Además, el hidrógeno ofrece la ventaja del almacenamiento, que es el problema de la energía eólica y fotovoltaica cuando no hay sol ni viento. Una buena manera de almacenar esta energía es utilizarla para hacer la electrólisis del agua y generar hidrógeno y oxígeno. Ese hidrógeno se puede almacenar en la red de gas natural, utilizarlo como combustible o almacenarlo para combinarlo con oxígeno y producir electricidad por la noche. Es una solución renovable y como sucede con las demás también necesita colaboración público-privada.

Motor de cambio. El principal es la ciudadanía y los principales impulsores son los jóvenes y las mujeres.

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Si piensa a medio plazo, ¿qué expectativas tiene de cara al cumplimiento de la Agenda 2030? ¿Tenemos capacidad para conseguir los objetivos?

Esperanza siempre hay. Pero las consecuencias serán gravísimas y ya las hemos empezado a padecer y como la velocidad de aumento de la temperatura sigue y no hay acuerdos ni compromisos reales, las consecuencias llegarán. Y nos estamos quedando sin tiempo.
No creo que sea absolutamente catastrófico, que suponga ni una desaparición ni un diezmado enorme de nuestra especie, pero de nuevo los que van a padecer serán los más débiles.
Sin embargo, es inevitable darse cuenta de lo que está pasando y por eso tengo esperanza. Ya quedan pocos terraplanistas. Creo que vamos a concienciarnos y todos, gobiernos empresas y ciudadanos, vamos a cambiar. Y el principal motor de cambio es la ciudadanía, que dice que ya se ha dado cuenta, que esto va mal y hay que ponerse las pilas. Y dentro de la ciudadanía los principales impulsores son los jóvenes y las mujeres. Si tienes la oportunidad de estar en una COP, verás que los que se cierran en una habitación, los grandes factotum mundiales son casi todos hombres, pero los que dan ‘caña’ afuera son las mujeres y los jóvenes.
Seguiremos también con los poderes fácticos de siempre poniendo palos en la rueda. Pero destacaría que tenemos otros motores de cambio: qué bien que tenemos a Biden, qué mal que se vaya Merkel y vamos a ver qué hace el Gobierno de Pedro Sánchez y sobre todo Teresa Ribera, en quien confío especialmente, con los fondos Next Generation. Me temo que van a ir a los bolsillos de siempre en lugar de potenciar las ideas extraordinarias que surgen en España de mejora ambiental. Pero no pierdo la fe.

 

 

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