En los últimos años, han irrumpido en nuestro modelo económico y social tendencias con un claro impacto en los hábitos de consumo y en las demandas a las empresas por parte de un nuevo modelo de consumidor. La apuesta por la sostenibilidad, como eje de un modelo de economía circular, es una de ellas.

Entendiendo la Sostenibilidad desde la definición de la Brandtland Comission de 1987 -y que continúa vigente- nos estamos refiriendo a “la capacidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de satisfacer las necesidades de futuras generaciones”. Una aproximación que nos permite tener una visión amplia de la sostenibilidad, considerando sus facetas social, económica y medioambiental, claramente interrelacionadas.

Desde esta interpretación a nadie se le escapa que es necesario desarrollar políticas proactivas en toda la cadena de valor para reducir el impacto del cambio climático, reducir el desperdicio alimentario e ir más allá del cumplimiento normativo en temas medioambientales, a través de la implantación de mejores prácticas que implican a todos los eslabones que participan en ella.

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Uno de los actores principales se sitúa al final de la cadena. Y es que el consumidor está cada vez más concienciado de la importancia de preservar el medioambiente, lo que impacta en sus decisiones de compra y también en la presión que ejerce sobre los reguladores para desarrollar normativas cada vez más exigentes en esta materia. Un ejemplo de ello lo estamos viviendo con la popularmente denominada guerra al plástico en el comercio y la reciente aprobación de la Estrategia de Plásticos de la Unión Europea que persigue unos objetivos realmente ambiciosos para eliminar plásticos de un solo uso.

En este sentido, hay que destacar que la industria y la distribución del gran consumo lleva años trabajando en ese ámbito, tal y como demuestra el hecho de que, con la ayuda de los consumidores, se haya conseguido reducir en un 90 por ciento la utilización de bolsas de plástico de un solo uso. Además, ya son varias las compañías que han anunciado planes propios para reducir el uso de plásticos no reciclables en los envases y embalajes de los productos que comercializan en incluso para dejar de vender artículos de plásticos de un solo uso.

Por su parte, las empresas empiezan a constatar que la sostenibilidad no sólo no debe estar reñida con la cuenta de explotación, sino que es posible hacer de ella una ventaja competitiva. Por ello, uno de los principales retos para el sector de gran consumo y el conjunto de las empresas, es compatibilizar sus necesidades de crecimiento y de rentabilidad económica con la preservación del entorno económico, social y medioambiental en el que operan.

Y es que en un mundo que crece y en el que cada día aumenta la demanda de bienes y servicios, es necesario el uso racional de recursos escasos como el agua, la energía y las materias primas. Por tanto hay que promover un modelo de economía circular, basado en los principios de reducir, reutilizar y reciclar en lugar de seguir avanzando en una economía lineal, como si los recursos fueran ilimitados.

El modelo de economía circular exige aprovechar al máximo los recursos ante su escasez y ser más eficientes a lo largo de toda la cadena de valor, reduciendo también las pérdidas y despilfarros que se generan.

Por ello, las principales empresas de alimentación a nivel mundial aúnan esfuerzos para reducir el desperdicio alimentario, trabajando en la sensibilización, tanto empresarial como social, y promoviendo proyectos de colaboración a lo largo de toda la cadena que permita evitar utilizar recursos y generar emisiones para producir alimentos que finalmente acaben destruyéndose.

Otro de los objetivos con mayúsculas para el sector del gran consumo es el de trabajar para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y es que, el cambio climático es un importante reto que afecta a las empresas, a los consumidores y al conjunto de la economía y de la sociedad.

Como asociación empresarial que agrupa a más de 29.000 compañías del gran consumo, Aecoc ha integrado los ejes de la economía circular en buena parte de sus proyectos. Iniciativas como el proyecto La Alimentación no tiene desperdicio, desde la que se trabaja mano a mano con las empresas del sector y las administraciones para dar una segunda vida a los excedentes alimentarios, o la suma de proyectos que coordina desde su área de logística y transporte.

En este último ámbito, Aecoc lleva años trabajando para impulsar un modelo de transporte eficiente y sostenible, que evite los viajes en vacío; a través de la colaboración entre todos los agentes de la cadena. También apuesta por aumentar las capacidades y dimensiones de los camiones para ganar eficiencia y reducir el impacto medioambiental, así como por promover un modelo de distribución urbana que permita compatibilizar las necesidades económicas de las empresas con el bienestar de la ciudadanía y la protección del entorno. Asimismo, lidera en España el proyecto Lean&Green, que secundan 22 compañías, y que tiene como objetivo reducir los gases de efecto invernadero en su cadena de suministro al menos en un 20 por ciento en los próximos cinco años.

La asociación, trabaja además en favor de un modelo de eficiencia y transparencia que, como el que propone el Consumer Good Forum en sus prácticas End to End Value Chain & Standards, permita impulsar una cadena de valor muy transparente hacia el consumidor y ofrecer información de la trazabilidad desde el origen, un objetivo en el que los estándares para el intercambio de información que la asociación promueve juegan un rol fundamental.

Fuente: El Economista -Alimentación y Gran Consumo

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