03/05/2017

El comercio mundial cambia de pedal. Abandona el acelerador. Y pisa ligeramente el freno. ¿Es un efecto temporal o es la nueva velocidad de crucero? Pol Antrás, profesor de Economía en la Universidad de Harvard y experto en comercio internacional, alumbra el paisaje global con su análisis para ver más allá de la incertidumbre.

Pol Antrás, profesor de Economía en la Universidad de Harvard y experto en comercio internacional

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Lluís Goñalons: ¿Cuál es el principal reto que afronta la economía global? 

Pol Antrás: La incertidumbre política. Sobre todo en Occidente, tanto en Estados Unidos como en algunos países de Europa. Tal falta de confianza y de seguridad me hace ser cauto acerca de la predicción sobre la buena marcha del comercio mundial. Sin ir más lejos, si se materializan las políticas proteccionistas que anuncia el presidente de EE UU, Donald Trump, se podrían ver afectados directamente países emergentes como China o México, que están empujando el crecimiento global. Mientras tanto, a nivel europeo, la coyuntura es mejor que hace unos meses, a pesar del escenario generado tras el Brexit y la reivindicación de soberanía de algunos países del viejo continente. 

Las políticas proteccionistas anunciadas por EE.UU podrían afectar a China o México, países que empujan el crecimiento global.

El estadio de desaceleración que vive el comercio mundial no es nuevo ni llega con Trump… ¿O sí? 

Llega mucho antes. A finales de los años noventa el comercio mundial estaba creciendo a tasas del 8% de media –son cifras muy superiores al crecimiento del PIB–. Después del colapso del 2008 se redujo hasta un 20%. Hoy, se ha recuperado. Pero no ha vuelto a los ritmos de precrisis. Y no creo que lo haga. Opino que entre el 1990 y el 2000 crecimos demasiado rápido. 

¿Qué factores permitieron tal crecimiento del comercio internacional? 

20 años atrás, la Unión Europea se expandió hacia Europa del Este. Y al mismo tiempo se desarrolló el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –NAFTA–, el Mercosur y múltiples macro-acuerdos. Estas alianzas impulsaron el crecimiento de las cadenas de valor global, que están asociadas con grandes volúmenes de comercio internacional. Hoy, parece que estas alianzas no están en la agenda de la principal economía mundial: Estados Unidos. Y, sin especular que estas van a desaparecer o a tender a más actividad doméstica, cuando se dan pasos atrás en la construcción de macro-acuerdos, el comercio mundial se ralentiza. Y parece que ya está pasando… 

Estos macro-acuerdos comerciales (TTIP, TTP, TISA…) fueron impulsados para darle una vuelta de tuerca más a la globalización. Al menos, antes de que Trump llegara a la Casa Blanca. En los primeros días de su mandato marcó perfi l y firmó un decreto para retirar EE UU del TPP, un acuerdo con once países de la cuenca delPacífico. ¿Qué futuro augura a los acuerdos de liberalización comercial? ¿Están en riesgo? 

A corto plazo, les veo un futuro oscuro. En cambio, a largo plazo, sería importante recuperar un debate sereno sobre este tipo de acuerdos. En mi opinión, son un factor que permitiría reavivar la globalización de la producción mundial. Y, por ende, permitiría pensar en una nueva fase expansiva.

¿Cómo pueden estos acuerdos comerciales mejorar el comercio global? 

Estos acuerdos trabajan para reducir las barreras comerciales mediante dos áreas: 

  • Barreras arancelarias. Aduanas, impuestos, costes de transacción o de logística son percibidos como obstáculos para el intercambio de bienes. Sin embargo, hay poco terreno por recorrer en este campo. Porque son cantidades ya bajas. 
  • Barreras no arancelarias. Una homogeneización de ciertos estándares y barreras no arancelarias puede mejorar el comercio. Así como una mejor regulación. En el caso del tratado de libre comercio entre Europa y Estados Unidos (TTIP), por ejemplo, se necesitaría unifi car con mejor criterio aspectos como la protección de derechos intelectuales. Y trabajar para la mejor homogeneización de políticas medioambientales.
¿Hay más factores que pueden llevar a una moderación en el crecimiento del comercio internacional en los próximos años? 

Hay fuerzas estructurales y cíclicas que invitan a pensar que esta desaceleración puede convertirse en desglobalización –situación en la que el crecimiento del comercio es menor que el del PIB mundial–. Este es un fenómeno que solo se ha observado durante el colapso del comercio mundial en 2008… La evolución de los siguientes factores será determinante: 

  1. Deslocalización de la producción. Era atractiva cuando emergían China e India, unos gigantes con un potencial productivo inmenso y con salarios muy competitivos. En los últimos 15 años los salarios allí han subido. Por tanto, el nivel de ahorro de costes de las empresas occidentales en esos países ha disminuido. Y sus incentivos para deslocalizar, también. Por otro lado, la automatización y los robots, sobre todo en puestos manufactureros, nos lleva a menos globalización. Permite a las empresas en países con salarios altos mantener la producción en sus estados a costes competitivos. 
  2. El efecto Trump. Es un factor nacionalista de carácter cíclico que hace unos meses era menos relevante. El mismo efecto que provoca D. Trump lo puede producir Marine Le Pen (Francia), Theresa May (Reino Unido)… El crecimiento del nacionalismo en estos países puede llevar a sus gobiernos a impulsar políticas que contribuyan a esta radicalización y al consecuente retroceso de la globalización. En ese sentido, ahora solo podemos especular. No hay más que titulares y amenazas. Pero es algo que tenemos que seguir de cerca.​
  3. Tasa de inversión mundial, a la baja. Los países emergentes han crecido con tasas de inversión altísimas, que han tenido un fuerte impacto sobre la inversión mundial. Naturalmente, cuando estas economías han crecido lo sufi ciente han bajado la inversión. Esto tiene un efecto sobre el PIB mundial, así como un efecto desproporcionado sobre el comercio global, porque un porcentaje muy elevado del comercio mundial corresponde a bienes duraderos y de equipo, que son bienes de inversión. Este factor ha contribuido, sin duda, a moderar el crecimiento.
¿Existen riesgos de nuevas crisis financieras? 

Siempre hay riesgos que pueden generar nuevas crisis. Sin embargo, no diviso una situación de crisis fi nanciera o económica en los próximos meses o años. Pero no podemos bajar la guardia, especialmente en España, ante retos como la reducción de la deuda soberana o la reforma de las pensiones. 

¿Qué riesgos supone la deuda para la economía española? 

Si bien la deuda no supone un problema sistémico como en el 2008, esta es una losa y una preocupación. Y como tal merece, sin duda, más debate. Aquí y en otros países (Grecia, Italia…). 

España. No puede bajar la guardia ante retos como la reducción de la deuda o la reforma de las pensiones.

Y, ¿cuál es su diagnóstico sobre la viabilidad del actual sistema de pensiones? 

La evolución demográfi ca y las proyecciones de ralentización del PIB piden nuevos ajustes en el sistema de pensiones español. O el sistema no aguantará. 

  • Envejecimiento de la población. Hay una disminución del ratio entre ocupados y jubilados. Como las pensiones de los segundos tienen que salir de las cotizaciones sociales de los primeros se deduce que, si todo sigue igual, el sistema de pensiones es insostenible. En este sentido, el envejecimiento de la población empuja cada vez a más contribuyentes hacia el lado de los pensionistas. 
  • Jóvenes y pensiones. Hoy, la juventud debería estar acumulando renta para pagar las pensiones del mañana. Sin embargo, muchos han emigrado, los que trabajan lo hacen con salarios que no les permite ahorrar demasiado y, por si fuera poco, la tasa de paro juvenil hoy sigue por encima del 40%. 
  • Una solución parcial. Para frenar esta fuga, una solución cortoplacista puede ser: acoger capital humano mediante migración. Para mí tal medida no sería suficiente. De todas formas, parece que tampoco hay voluntad de incrementar esta tasa en España. 
  • La reticencia al cambio. La reforma del sistema de pensiones es un tema espinoso. Sobre todo, políticamente. Para el responsable público que está gobernando durante 4 u 8 años es muy difícilllevar a cabo una reforma poco popular, como la presente, cuyos beneficios se van a vislumbrar en 20 años. Sin embargo, no puede demorarse más. 
En los próximos años, sumaremos al efecto del paro el de la robotización, llamado a reemplazar buena parte de la mano de obra. Ante estos anuncios, nacen debates reaccionarios como la implantación de impuestos sobre la tecnología con el fin de reemplazar las cotizaciones humanas anteriores. ¿Qué opinión le merecen? 

El uso de robots y tecnología favorece a la sociedad; aumenta su productividad. Por tanto, no deberíamos ir contra estas mejoras. Tasar a los robots no sería una solución redistributiva, sino más bien un freno al progreso. Pero a la vez, la robotización tiene efectos adosados que exigen programas de formación y reciclaje para desempleados.


Lluís Goñalons
Lluis Goñalons

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