FUENTE:
16/08/2018
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* Entrevista realizada antes del nombramiento de Pedro Duque como ministro español de Ciencia, Innovación y Universidades.

¿Quién no ha soñado alguna vez con ser astronauta? Cuando el hombre pisó la Luna en 1969, todos querían ser Neil Armstrong. Pedro Duque, que entonces tenía seis años, no era la excepción. Pero parecía poco probable que aquel niño que correteaba por el barrio de San Blas de Madrid acabase viajando al espacio.

Pasaron muchos años en los que ni siquiera volvió a pensar en ello. Sin embargo, su padre era controlador de tráfico aéreo, por lo que la familia se relacionaba a menudo con gente del sector. Así la aeronáutica entró en casa. Y de ahí al espacio ya no había ‘casi’ nada.

Tras estudiar ingeniería aeronáutica, empezó a trabajar para el grupo empresarial GMV, donde fue destinado al Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC) de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Darmstadt, Alemania. En 1992, fue seleccionado en uno de los concursos de dicha agencia para formarse como astronauta.

Su gran oportunidad llegaría en 1998, cuando viajó al espacio durante 10 días a bordo del transbordador Discovery, ocupando el puesto de ingeniero de vuelo. En octubre de 2003 volvió al espacio en el marco de la misión Cervantes para desarrollar un programa experimental en las áreas de ciencias de la vida, física, observación de la Tierra, educación y nuevas tecnologías. A su regreso trabajó en distintas áreas de la ESA, hasta que en 2006 pidió una excedencia de cinco años para dirigir Deimos Imaging, una empresa española parte del grupo Elecnor, dedicada a la explotación de datos obtenidos por satélites de observación de la Tierra. De vuelta en la ESA en 2011, dirigió el centro de control de la Estación Espacial Internacional, situado en Múnich.

En el momento de esta entrevista, Pedro Duque era responsable de la revisión de proyectos futuros de la ESA para vuelos tripulados y se encargaba de examinar todos los nuevos aparatos que iban a la Estación Espacial Internacional. TDN fue, seguramente, uno de los últimos medios en entrevistarle antes de ser nombrado ministro español de Ciencia, Innovación y Universidades, cargo que ocupa en la Primer astronauta español actualidad.

“Los astronautas deben tener una actitud condescendiente con los fallos e ideas de otros”.

Emilio Cáceres. ¿Qué preparación se necesita para ir al espacio?

Pedro Duque. Es una preparación muy específica que se lleva a cabo una vez te han seleccionado para entrar en el programa de formación de astronautas. No obstante, hay algunas condiciones previas importantes:

  • 1. Ser capaz de tomar decisiones y mantener serenidad ante el peligro. En una nave espacial tienes que saber tomar decisiones de las que va a depender tu supervivencia. Por eso, se valora positivamente, por ejemplo, a una persona que ha volado en avioneta o que ha practicado buceo o escalada de alto nivel.
  • 2. Saber trabajar en equipo en un contexto de presión, y por tanto ser capaz de tomar decisiones colectivas. Por ejemplo, en el caso de los pilotos, generalmente se entiende que tienen un mayor nivel los que pilotan cazas, porque están solos, pero nosotros valoramos más a los que pilotan un avión de transporte, en el cual existe un equipo y hay que saber manejarlo en una situación de estrés. Un astronauta debe tener una actitud flexible, fomentar la colaboración y no relegar a nadie.
  • 3. Tener una base científica sólida y, si es posible, tener conocimientos de ingeniería. La habilidad manual también es muy importante. En el proceso de selección tienen en cuenta si sabes manejar herramientas, si te has arreglado tú mismo la moto o el coche, etc. Son cosas que pueden parecer triviales, pero si no sabes distinguir una llave de bujía de un torx, ¿cómo vas a ser capaz de tomar una decisión sobre el arreglo de unos tubos en una nave espacial?

Sin embargo, no se puede ser experto en todo. Prima la actitud de querer aprender, aunque sea sobre una disciplina completamente distinta a la que dominas.

EC. ¿Cómo son las relaciones sociales dentro de la nave?

PD. Es un asunto complejo que hay que resolver, si es posible, con antelación. En una nave espacial conviven personas que van a estar juntas durante meses, comiendo y durmiendo en el trabajo, sin poder abrir una ventana, sin salir a la calle, sin ver a su familia, sin tomarse una cerveza. Eso evidentemente genera tensión. Por eso es tan importante la selección de la tripulación. Los astronautas deben tener una actitud condescendiente con los fallos e ideas de otros.

EC. ¿Qué retos vivió en el espacio y cómo los solventó?

PD. La preparación está dirigida a reducir al máximo los retos, de forma que todo está previsto y siempre hay un plan B y un plan C. El 99,9% de las cosas que se cree que pueden pasar están comprendidas en unos tarjetones con instrucciones. Gracias a los avances tecnológicos, hoy es difícil vivir momentos de verdadero peligro. Cuando un experimento no funciona, hablas con Tierra y te dicen qué hacer. Sin embargo, el riesgo cero no existe. Algunos compañeros, por ejemplo, estuvieron a punto de morir por fuego en la estación espacial, por colisión con otra nave, por despresurización o por una separación incorrecta de las piezas de la nave. Cuando ocurre algo así, aplicas lo que has aprendido y haces lo correcto, con decisión y serenidad. En el peor de los casos, solo cabe esperar a que se arregle solo.

Del espacio… al despacho

EC. En 2007 pidió una excedencia en la ESA para dirigir, durante cinco años, Deimos Imaging, una empresa española de satélites perteneciente al grupo Elecnor. ¿Cuál era el objetivo de dicho proyecto y cómo fue su experiencia como CEO?

PD. Fue sumamente interesante. Cuando eres responsable del trabajo y de las inversiones de muchas personas, ves las cosas desde un punto de vista muy diferente. Tiene ciertos paralelismos con el hecho de estar en la nave espacial, donde manejas un aparato que ha costado miles de millones de euros y donde tu labor repercute en la carrera de decenas de científicos. Viajar al espacio me preparó para ese reto, pero también tuve que aprender mucho. El primer año fue como beber de una manguera de incendios: tuve que absorber una enorme cantidad de conocimientos en muy poco tiempo. Afortunadamente, la empresa funcionó bien y hoy pertenece a un fondo canadiense. Los inversores iniciales están contentos y la gente que trabajaba para mí sigue estando allí. Ese es un orgullo casi tan grande como volar al espacio.

EC. ¿Cuáles fueron esos aprendizajes?

PD. Aprendí mucho sobre cómo gestionar a la gente, pero de una forma distinta. Porque en el espacio tratas de convencer a tus compañeros, de explicarles por qué crees que las cosas se deben hacer de una manera, y luego esperas que tomen las decisiones correctas. Pero como director de una empresa debes liderar a tu equipo, porque de lo contrario no sales adelante. Cuando eres astronauta, la gente piensa: “A ver qué dice éste… luego yo haré lo que me dé la gana”. En cambio, cuando eres director, piensa: “A ver qué dice éste y eso es lo que vamos a hacer. Si nos equivocamos, nos equivocamos todos”. Es una gran diferencia.

También aprendí a manejar los conceptos de valor económico y valor comercial de las cosas. Al final lo que importa es si vas a poder vender tu producto o servicio a alguien en una sociedad regida por las leyes del libre mercado. Tuve que entender y empezar a hablar en el idioma de la empresa.

EC. ¿Cuál fue el mayor reto en esa etapa?

PD. Para mí todo era un reto, porque tenía que cambiar de mentalidad. Pero creo que el más grande fue formar un equipo en el que pudiera confiar y en el que no tuviera que estar encima todo el tiempo. Tienes que construir varios equipos y conseguir que entre ellos vayan solucionando todos los problemas que se les presenten y que sólo acudan a ti en caso de necesidad real.

Otro reto fue saber distinguir las protestas con fundamento de aquellas a las cuales no hay que hacer caso. La gestión de las personas es, en definitiva, lo más complicado de la actividad empresarial de dirección, junto con la relación con externos, clientes y proveedores. Hay que tener en cuenta que siempre hay un equilibrio entre la veracidad de lo que te están diciendo y su necesidad de atender a un objetivo económico. A veces tienes que saber hasta dónde te puedes fiar de las personas, porque hacen lo mismo que tú: tratan de pintar las cosas de la manera más favorable sin llegar a la mentira. Y aprender eso es duro.

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“Mientras el turismo espacial no estorbe al programa central de exploración, no hay nada que impida vender billetes al espacio”

EC. Ha trabajado en distintos países. ¿Qué diferencias ha notado entre el clima empresarial de Europa y el de Estados Unidos?

PD. No puedes aplicar casi ninguna de las cosas que sabes de las personas hasta que no has entendido realmente bien cómo funciona la sociedad en cada país. Los alemanes, por ejemplo, tienen una veneración a la norma y a la forma oficial de cómo se hacen las cosas. No puedes darles normas pensando que se las irán saltando según haga falta, porque les generas estrés. En lugar de eso, debes establecer un consenso durante mucho tiempo para conseguir unas normas comunes. En Estados Unidos funciona diferente: una cosa es la norma legal y otra cosa es la norma de la empresa. Sólo seguirás las primeras, porque las otras dependen de intereses. También es importante entender que en Estados Unidos la relación mercantil prima sobre las relaciones de amistad, a diferencia de lo que pasa en Europa.

Una foto del sector

EC. ¿Cuáles son sus próximos proyectos?

PD. Estoy en la lista de personas que pueden viajar a la estación espacial, pero será bastante difícil, porque Europa tiene una cuota de participación pequeña (8,3% del total). Además, en Europa la nacionalidad de los astronautas determina en gran parte la probabilidad de que sean asignados a una misión espacial, porque la ESA funciona con contribuciones de los países. Esa es la regla y funciona muy bien, ya que cada país sabe que su aportación económica va a revertir en contratos de I+D de alta tecnología en su industria. EC. ¿Cómo se encuentra España en este sentido? PD. Se ha recuperado de una etapa de baja contribución y ya está en quinto lugar a nivel europeo, pero no aporta la proporción que otros países ponen respecto a su PIB. España no ha sido nunca muy generosa en los presupuestos en I+D y eso lo han sufrido científicos, ingenieros y empresas, que tienen poco acceso a financiación de alto riesgo para proyectos de I+D. No es algo exclusivo del sector aeronáutico, sino de la investigación en general en España.

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“Los chips de las cámaras de los móviles provienen de un invento para poder ir a Júpiter”.

EC. ¿En qué situación se encuentra actualmente la carrera espacial?

PD. Ahora mismo tenemos una serie de tecnologías muy bien desarrolladas y una serie de industrias que son capaces de manejarlas: una estación espacial, cohetes de gran tamaño, enormes telescopios espaciales… Nos atrevemos con casi todo. Recientemente hemos aprobado una misión que va a estudiar las atmósferas de los planetas de estrellas lejanas. El siguiente reto es retomar la exploración espacial. Sólo hemos ido y vuelto a la Luna, y eso fue en los años setenta. Es hora de volver. Estados Unidos es el país que más invierte en el sector y parece ser que se está centrando en establecer una estación espacial alrededor de la Luna. Allí habrá gente que termine la exploración científica de nuestro satélite y de cualquier recurso que exista en él. Cuanto antes se haga, mejor. Lo siguiente será continuar con la exploración más lejos.

EC. Hoy parece que la atención mediática ya no está en el espacio. Se habla mucho más de la tecnología en la Tierra: automatización, inteligencia artificial, Internet de las Cosas…

PD. Cuando retomemos la exploración espacial esto cambiará. A la gente le interesa todo lo nuevo, aquello que no se ha hecho antes. Quieren hablar con personas que han ido a sitios donde nadie más ha estado. Eso se demostró en los años setenta con la llegada a la Luna y, aunque hemos desarrollado tecnologías muchísimo más eficientes, hasta ahora nadie ha ido a un sitio más lejano. Cuando lo hagamos, la atención mediática volverá al espacio.

EC. ¿Llegará un momento en que la automatización, tal y como se está aplicando en la Tierra, sustituirá al astronauta?

PD. Primero se sustituirán muchas otras profesiones, porque lo más difícil es sustituir a alguien que se encuentra en un entorno hostil. Cualquier automatización tiene que pasar por un proceso de perfeccionamiento -que en muchos casos dura años- que se basa en trabajar en paralelo al humano que lo hacía hasta entonces. Y cuanto más lejos se lleve a cabo ese proceso, cuanto más extremo sea el entorno, más tarde llegará esa sustitución.

EC. ¿Qué nos ha enseñado el espacio que nunca podríamos haber aprendido en la Tierra?

PD. El hecho de estar en el espacio y utilizarlo ha cambiado el mundo y le ha enseñado a la humanidad una cantidad infinita de cosas. De hecho, suele hablarse de cuatro líneas de investigación y desarrollo que de forma demostrada hacen que crezca el nivel general de la tecnología de todo lo demás: la aeronáutica del espacio, las nanotecnologías, la genética y la biotecnología. ¿Por qué? Porque a los ingenieros que trabajan en esos campos se les plantea un problema que en principio es imposible de resolver, pero se les dan todos los medios para intentarlo. En ese proceso, encuentran formas distintas de hacer las cosas que en la tecnología actual no existen y que después pasan a convertirse en tecnologías habituales. Es el ciclo de la industria espacial: te dan dinero para que inventes algo que luego tienes derecho a patentar y a vender para usarlo en otros ámbitos.

EC. ¿Puede citar algún ejemplo?

PD. La exploración espacial ha traído las telecomunicaciones. La posibilidad de conocer lo que ocurre en la otra punta del mundo en tiempo real la trajeron los satélites de comunicación, que todavía hoy son imprescindibles para informar sobre regiones poco desarrolladas. Gracias a la exploración espacial también sabemos que existe el agujero de la capa de ozono y tenemos acceso a la mayoría de datos sobre el cambio climático. Los chips de las cámaras de los móviles provienen de un invento para poder ir a Júpiter. Los sensores que se utilizan en el espacio para desechar la materia orgánica se están utilizando en el sector vinícola para aumentar el rendimiento y reducir las pérdidas. Y así con muchísimas otras cosas.

EC. ¿Cómo pueden contribuir las empresas al sector aeronáutico?

PD. Los países contribuyen a la ESA a través de una financiación que se da a las empresas para que puedan desarrollar actividades de I+D por encima de su mercado directo actual. Los empresarios tienen que saber que esto existe. Si pueden aportar algo para mejorar la manera como viajamos al espacio, pueden apuntarse a estas financiaciones y así un porcentaje muy alto de las innovaciones luego les servirán para su mercado.

EC. ¿Qué opina del turismo espacial? ¿Aporta algo al sector?

PD. El hecho de tener como clientes a gente extremadamente rica conlleva un incremento de la financiación, por lo que se pueden inventar más cosas y por tanto llegar más lejos. Mientras el turismo espacial no estorbe al programa central de exploración, no hay nada que impida que podamos vender billetes. En los próximos años veremos un desarrollo importante en este campo.

De hecho, ya existen proyectos para situar un hotel en el espacio. La empresa Bigelow Aerospace ha lanzado dos módulos hinchables y el tercero está enganchado en la estación espacial internacional desde hace más de un año y medio. El objetivo de la empresa es poner unos cuantos módulos de este tipo juntos y así construir una estación espacial como hotel. No sé si conseguirán toda la financiación que necesitan ni si habrá gente con dinero suficiente como para pagar los primeros billetes, pero fue así como empezó la aviación. Una serie de personas ricas se montaba en unos aparatos que funcionaban a medias, incluso algunos morían en el intento, pero después venía otro multimillonario que pagaba otra vez. Con ese dinero desarrollamos los aviones y ahora todo el mundo los utiliza.

Matando la curiosidad

EC. Con todos los recursos y la tecnología de la que hoy disponemos, ¿cómo puede ser que todavía no sepamos si hay vida en otros planetas?

PD. La gente piensa que tenemos mucha tecnología, pero resulta que el Universo es inmenso. Todavía falta mucho. Imagínate que hubiese vida en planetas que están a cien años luz. No tenemos ni idea de cómo llegar hasta allí. Será como en las novelas: habrá que congelar a la gente o algo parecido.

Y tampoco podemos ir a Marte como lo hemos hecho hasta ahora, con unos aparatos de control remoto que en 6 años se mueven menos de 20 kilómetros y que son incapaces de determinar si hay vida o no. Esos robots sirven para hacer un estudio previo y tener una primera aproximación. Lo que hay que hacer es mandar gente allí, que suba riscos y baje túneles. Hay que aumentar mucho las inversiones en exploración sólo para saber si hubo o hay todavía vida en el planeta de al lado. ¡Imagínate en planetas más lejanos!

EC. Pero, ¿usted qué cree?

PD. Habrá 100.000 millones de galaxias, cada una con 100.000 millones de estrellas y cada estrella con tres o cuatro planetas por lo menos. Los números parecen indicar que hay millones de planetas casi iguales a la Tierra. ¿Por qué no va a haber vida en alguno de ellos? Pero elucubrar no es una cosa que hagamos los ingenieros, por lo que no me aventuro a dar una respuesta categórica.

EC. Resulta curioso que en el espacio las distancias se midan en años luz cuando ni siquiera hemos alcanzado esa velocidad con un aparato físico.

PD. Ni lo haremos nunca, porque cuando alcanzas la velocidad de la luz cualquier partícula del Universo viene hacia ti a la velocidad de la luz y te hace pedazos. No se puede viajar a la velocidad de la luz por el espacio. Es lo mismo que hacer un vuelo supersónico en granizo. Llegaremos a una velocidad ciertamente alta que represente un porcentaje importante de la velocidad de la luz cuando tengamos motores iónicos propulsados por energía nuclear, pero para eso quedan muchos años.

“No se puede viajar a la velocidad de la luz por el universo. es lo mismo que hacer un vuelo supersónico en granizo: nos haría pedazos”.

EC. Hay teorías -y películas, véase Interestelar- que hablan de agujeros de gusano, es decir, de brechas en el espacio-tiempo, que permitirían viajar a otras galaxias. ¿Qué opinión le merecen?

PD. Son teorías que existen sobre la pizarra, pero no se han podido demostrar todavía. Si existieran de verdad, ocurriría lo mismo que con la velocidad de la luz: destruirían cualquier cosa que se acercara a ellos, porque son sitios de inmensa energía concentrada. La película Interestelar se basa en que hay una civilización inmensamente avanzada que ha conseguido entrar en un agujero de gusano y, con alguna ‘magia’ -una tecnología muy avanzada siempre es indistinguible de una magia-, consigue atravesarlo sin destriparse. Hoy por hoy no sabemos ni siquiera cómo empezar a plantearnos algo así.

EC. ¿Cuáles son las prioridades de la investigación sobre el espacio?

PD. Para los físicos la prioridad número uno es entender la materia oscura. Se han dado cuenta que les falta lo más importante: el conocimiento del conjunto del Universo, y la clave está en dicha materia.

EC. ¿Cuán frágil es la Tierra? ¿Disponemos realmente de la tecnología para prevenir el impacto de asteroides, para desviarlos o destruirlos?

PD. Sí, a día de hoy disponemos de la tecnología necesaria, pero no nos gastamos el dinero para ponerla en práctica. Eso no es como ir a otras estrellas. Se hace con ‘cuatro chapas’ de ahora y con el conocimiento que ya tenemos. El desastre natural más grave que podemos concebir es uno que podríamos evitar y predecir con años de antelación si nos pusiéramos a ello. Es de locos no hacerlo. Hay que convencer a la opinión pública y a los gobiernos de la importancia de este tema.

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“Hoy tenemos la tecnología para predecir y evitar el impacto de asteroides. Es de locos que todavía no se haya puesto en práctica”.

EC. ¿Realmente corremos un riesgo al no hacerlo?

PD. El riesgo existe. Cada día caen bastantes toneladas de piedras sobre la Tierra. Suelen ser pequeñitas y se convierten en estrellas fugaces. Pero cada cierto tiempo cae una más grande que no hemos visto venir, porque nos hace falta un telescopio infrarrojo situado entre la Tierra y el sol para poder verla desde atrás y así evitar el deslumbramiento del sol. Sabemos con total seguridad que hay cientos de miles de piedras de más de 20 metros viajando alrededor de la Tierra. Sólo hay que poner una cantidad bastante razonable de dinero para fabricar dicho telescopio, colocarlo en su sitio, operarlo, detectar todos los asteroides y después hacer una misión de prueba. Todo eso está sobre la mesa, tanto en la ESA como en la NASA, pero todavía no se ha puesto en marcha.

EC. Otro tema polémico es el de la basura espacial. ¿Cómo podemos solucionarlo?

PD. Es difícil. Lo primero que estamos haciendo es tratar de rebajar la cantidad de residuos que aportamos. Los nuevos satélites generan muchísima menos basura espacial que los anteriores, pero aun así hay decenas de miles de objetos de más de un centímetro e incontables menores de un centímetro. ¿Qué se puede hacer para eliminarlos? Poco, porque se mueven a unas velocidades inmensas. La estación espacial tiene unos escudos enormes, pero el efecto que causa un pequeño trozo de basura espacial es muy importante. Si el rifle de precisión más potente saca una bala a 1,2 km por segundo, estos trozos van a 8 km por segundo.

Lo que sí podemos hacer es eliminar los objetos más grandes, aquellos que son antiguos satélites sin control, porque constituyen un peligro si explotan y se convierten en fragmentos. Hay una serie de iniciativas en marcha para acercarse a ellos y traerlos hacia la Tierra para que se quemen en la atmósfera.

Prioridades de futuro

EC. ¿Cuáles son los retos más grandes del sector?

PD. Retomar la exploración del Universo, llevar gente a sitios y que vuelvan para contarlo. Ya hemos hecho bastante en órbitas bajas de la Tierra, ahora tenemos que continuar más allá. Podemos hacerlo, porque hoy las tecnologías son infinitamente más seguras y más eficientes que en los años setenta, pero se necesita un impulso de inversión sin expectativas de retorno a corto o medio plazo. Otro reto: se está empezando a crear una industria totalmente nueva de pequeños satélites que trabajan para una empresa en concreto y que amenazan con generar mucha basura espacial.

EC. ¿Algún consejo para los directivos?

PD. Necesitan reflexionar sobre el valor real del I+D empresarial a largo plazo. En España hay muy poco y ese podría ser el motivo del estancamiento de la industria en algunas áreas. En España prácticamente no existe la idea de que un porcentaje significativo de los beneficios de una empresa deberían reinvertirse en proyectos de I+D empresarial.

“ Los números parecen indicar que hay millones de planetas casi iguales a la tierra. ¿Por qué no va a haber vida en alguno de ellos?”

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